Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4284
https://doi.org/
10.69639/arandu.v12i3.1622
Teoría Integrada de la Comunicación Humana como Proceso
Interdependiente, Contextual e Intencional

Integrated Theory of Human Communication as an Interdependent, Contextual, and

Intentional Process

Gaby Vargas Vargas

gvargasv@unmsm.edu.pe

https://orcid.org/0000
-0002-4383-3200
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Perú Lima

Artículo recibido: 18 agosto 2025 - Aceptado para publicación: 28 septiembre 2025

Conflictos de intereses: Ninguno que declarar.

RESUMEN

En el siglo XXI, las universidades deben responder a un mercado laboral que demanda
profesionales adaptables, creativos y capaces de resolver problemas complejos. En este marco, el
Design Thinking (DT), metodología centrada en la resolución creativa de problemas, surge como
estrategia prometedora para la educación superior y, en particular, para la enseñanza del inglés
como lengua extranjera (EFL). Este estudio examinó el impacto de un proyecto basado en DT
sobre la expresión oral en 86 estudiantes de una universidad pública de Ecuador, asignados a un
grupo control (n=43) y a un grupo experimental (n=43). Se empleó un enfoque mixto: los datos
cuantitativos se analizaron mediante estadística descriptiva e inferencial, y las respuestas
cualitativas se interpretaron mediante codificación temática. Los resultados evidencian que la
implementación de DT mejoró el rendimiento oral del grupo experimental en 0,4 puntos y
favoreció el desarrollo de competencias cognitivas y socioemocionales, incluyendo resolución de
problemas, motivación intrínseca y extrínseca, estructuración cognitiva y trabajo en equipo. Entre
los desafíos reportados por el estudiantado destacaron la gestión del tiempo y la baja confianza
inicial. En conjunto, los hallazgos respaldan a DT como enfoque metodológico efectivo para
promover la comunicación oral situada en contextos reales y reafirman su potencial para integrar
contenidos lingüísticos con tareas auténticas. Se recomienda diseñar experiencias de DT alineadas
con los intereses profesionales del estudiantado, incorporar andamiajes de gestión del tiempo y
estrategias para fortalecer la autoeficacia, así como evaluar el impacto longitudinal de las
intervenciones para consolidar aprendizajes transferibles al ámbito laboral..

Palabras clave: comunicación humana, interdependiente, contextual, intencional
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4285
ABSTRACT

In the twenty-first century, universities must respond to a labor market that demands adaptable,
creative professionals capable of solving complex problems. Within this context, Design
Thinking (DT)a methodology centered on creative problem solvingemerges as a promising
strategy for higher education, particularly for the teaching of English as a Foreign Language
(EFL). This study examined the impact of a DT-based project on speaking skills among 86
students at a public university in Ecuador, assigned to a control group (n = 43) and an
experimental group (n = 43). A mixed-methods approach was employed: quantitative data were
analyzed using descriptive and inferential statistics, and qualitative responses were interpreted
through thematic coding. The findings show that implementing DT improved the experimental
group’s oral performance by 0.4 points and fostered the development of cognitive and
socioemotional competencies, including problem solving, intrinsic and extrinsic motivation,
cognitive structuring, and teamwork. Reported challenges included time management and low
initial confidence. Overall, the results support DT as an effective methodological approach to
promote context-based oral communication and reaffirm its potential to integrate language
content with authentic tasks. It is recommended to design DT experiences aligned with students’
professional interests, incorporate time-management scaffolds and strategies to strengthen self-
efficacy, and assess the longitudinal impact of interventions to consolidate learning that can be
transferred to the workplace..

Keywords
: human communication, interdependent, contextual, intentional
Todo el contenido de la Revista Científica Internacional Arandu UTIC publicado en este sitio está disponible bajo
licencia Creative Commons Atribution 4.0 International.
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4286
INTRODUCCIÓN

La comprensión de la comunicación humana ha transitado históricamente desde modelos
mecánicos hasta enfoques cada vez más complejos y relacionales. En el contexto actual,
caracterizado por interacciones mediadas por tecnología, hipertextualidad y saturación simbólica,
resulta insuficiente interpretar los actos comunicativos como simples transmisiones de
información (Shannon & Weaver, 1949). La presente teoría busca responder a este vacío
epistemológico mediante una reformulación conceptual que reconozca la dimensión
interdependiente, contextual e intencional de la comunicación humana, entendida como praxis
social situada (Habermas, 1987, p. 111). Esta propuesta adquiere relevancia en un entorno donde
la eficacia comunicativa incide directamente en procesos como la educación, la gobernanza, la
salud pública o la cohesión organizacional.

Los enfoques fundacionales como el modelo de transmisión lineal o el esquema
estímulo-respuesta han sido útiles en contextos tecnocráticos o de ingeniería comunicativa,
pero resultan limitados para comprender la complejidad intersubjetiva del lenguaje humano. En
dichos modelos, el emisor es privilegiado como fuente absoluta de sentido, mientras que el
receptor queda reducido a una posición pasiva (Jakobson, 1960; Shannon & Weaver, 1949).
Asimismo, estos paradigmas excluyen variables clave como la carga afectiva, la interpretación
subjetiva y la mediación cultural, elementos que según Foucault (1970) constituyen
tecnologías del poder encubiertas en la comunicación. La omisión de estos factores ha perpetuado
una visión descontextualizada, neutral y funcionalista del intercambio comunicativo,
desestimando su naturaleza performativa, ideológica y transformadora (Austin, 1962, p. 102;
Hall, 1980, p. 132).

Esta teoría tiene por objetivo proponer un marco analítico capaz de comprender la
comunicación humana como un proceso simbólico en el que se articulan dimensiones cognitivas,
afectivas, sociales, culturales y estructurales. Desde esta perspectiva, se plantea que cada acto
comunicativo debe ser entendido como una práctica situada que expresa intenciones, reproduce o
transforma relaciones de poder, y se ve modulado por el contexto sociocultural. La formulación
de conceptos como intencionalidad estructurante, interdependencia transformacional y ruido
simbólico responde a la necesidad de capturar la densidad del fenómeno comunicativo más allá
del canal o el código, incluyendo sus implicancias éticas, epistémicas y políticas.

La Teoría Integrada de la Comunicación Humana no pretende sustituir modelos previos,
sino ampliar su alcance explicativo a través de una visión transdisciplinaria. Si bien su
aplicabilidad se proyecta hacia múltiples dominios educación, salud, medios, relaciones
laborales, esta propuesta no ofrece por el momento una operacionalización empírica cerrada,
sino una plataforma conceptual para el desarrollo de investigaciones futuras. Las categorías
formuladas, como contexto activo o intencionalidad estructurante, están pensadas para ser
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4287
adaptadas a distintas realidades culturales, institucionales y tecnológicas, reconociendo que toda
teoría comunicacional se construye dentro de un horizonte hermenéutico parcial (Ricoeur, 1986,
p. 78).

DESARROLLO TEÓRICO DE LA PROPUESTA

1. La comunicación como proceso simbólicamente estructurado

Para efectos de la Teoría Integrada de la Comunicación Humana como Proceso
Interdependiente, Contextual e Intencional, se plantea que la comunicación no puede ser reducida
a una simple transmisión lineal de mensajes entre un emisor y un receptor. Por el contrario, se
introduce una concepción compleja y estructuralmente simbólica, donde cada componente del
proceso mensaje, canal, código, retroalimentación e interferencias es inseparable de los
marcos socioculturales, ideológicos y afectivos que lo condicionan y lo hacen significativo. Tal
como lo señaló Habermas (1984), el acto comunicativo está cargado de pretensiones de validez
que son inseparables del contexto en que emergen (p. 39).

Gráfico 1

Proceso de comunicación humana

El modelo propuesto por Vargas (2017) sistematiza estos elementos dentro de un enfoque
transaccional e interdependiente. Se reconoce que el mensaje proyectado y el mensaje percibido
son construcciones simbólicas que emergen del entrelazamiento de códigos lingüísticos,
culturales, afectivos y tecnológicos. A partir de ello, se introduce el concepto de estructuración
simbólica, entendida como el conjunto de operaciones mentales, semióticas y sociales mediante
las cuales los sujetos configuran significados dentro de contextos situados. Esta estructuración no
es neutral, pues se halla profundamente modulada por el contexto ideológico, los marcos de
referencia y las relaciones de poder en juego (Foucault, 1970, p. 89; Eco, 1968, p. 112).
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4288
El canal, tradicionalmente considerado como un simple medio físico, es resignificado como
una instancia simbólica que también comunica. Siguiendo a McLuhan (1964), “el medio es el
mensaje” (p. 7), y en esa línea, se argumenta que cada canal incorpora una gramática propia que
transforma tanto la forma como la intención del contenido emitido. En este modelo, no solo se
considera si el canal es oral, escrito o digital, sino también su carácter presencial, afectivo,
algorítmico o ritual, incluyendo tecnologías interactivas, emociones corporales y artefactos
simbólicos. Esto permite explicar fenómenos contemporáneos como la hipercomunicación
digital, el desplazamiento del sentido o el ruido semántico-emocional que distorsiona la recepción
(Silverman, Kurtz & Draper, 2005, pp. 4143).

De este modo, el proceso comunicativo se reconfigura como una red simbólica de
transacciones intencionales y afectivas que transforma simultáneamente a emisor y receptor. Esta
visión supera los modelos informacionales, como el propuesto por Lasswell (1948), y se alinea
con enfoques interaccionales más contemporáneos (Gudykunst & Kim, 2003, pp. 8789), pero
aporta además una dimensión transformacional, en tanto todo acto de comunicación modifica el
estado mental, emocional y social de los interlocutores.

La Teoría Integrada parte del reconocimiento de que la comunicación no es una mera
transmisión de contenidos, sino un proceso de producción, circulación e interpretación de signos
dentro de estructuras culturales, sociales y cognitivas. Cada mensaje comunica algo más que su
contenido literal; porta ideologías, intenciones, estructuras emocionales y formas de poder. En
esta línea, Eco (1981) sostiene que la semiosis está anclada en marcos de codificación socialmente
compartidos, pero también susceptibles de subversión, ambigüedad e interpretación abierta.

Desde esta perspectiva, el acto comunicativo se encuentra sujeto a reglas, convenciones y
repertorios simbólicos. No hay neutralidad en la selección de palabras, gestos o silencios; todo
está cargado de significados socialmente construidos (Hall, 1980, p. 134). Por ello, hablar de un
proceso simbólicamente estructurado implica asumir que cada intercambio comunicativo es
también una manifestación del orden social, una expresión de la cultura, e incluso, una
reproducción de la hegemonía discursiva vigente.

A través de esta formulación teórica, se plantea que comprender la comunicación exige
mirar más allá de los elementos clásicos del modelo lineal. Es preciso considerar el entramado de
significados implícitos que organizan la emisión, recepción e interpretación. Así, la estructura
simbólica no es un ornamento del mensaje, sino su núcleo funcional y político. Este enfoque
permite abordar fenómenos como la manipulación mediática, la persuasión política o la
resistencia discursiva con una profundidad analítica superior (Foucault, 1970).

2. Emisor, receptor y co-construcción de significados

La presente teoría sostiene que el emisor y el receptor no son entes aislados ni
unidimensionales, sino sujetos activos que participan en la co-construcción del sentido. Lejos de
reducir la comunicación a una secuencia codificada, se reconoce que en todo acto comunicativo
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4289
intervienen procesos intersubjetivos, afectivos y hermenéuticos. Como advierte Gadamer (1960),
el comprender siempre se da desde una precomprensión situada, lo que implica que cada
interlocutor aporta su horizonte cultural e interpretativo al proceso.

En esta interacción, el receptor ya no se concibe como pasivo, sino como un intérprete que
reconfigura el mensaje desde su marco experiencial. Esta concepción dialoga con las ideas de
Habermas (1987, p. 112), quien plantea que la validez del discurso se somete a una negociación
racional entre sujetos competentes. La comunicación eficaz no es solo aquella que transmite bien,
sino la que logra establecer un campo común de sentido entre emisor y receptor, aun reconociendo
sus diferencias.

Desde esta teoría, el sentido se construye relacionalmente, en un espacio simbólico
compartido pero nunca homogéneo. Así, se supera la noción de “ruido” como error técnico, para
entenderlo como divergencia interpretativa legítima. Esto permite abordar fenómenos como los
malentendidos, la ironía o el conflicto comunicacional como dimensiones constitutivas del
proceso, no como anomalías. Por tanto, se asume que comunicar implica asumir el riesgo de ser
interpretado de múltiples formas.

3. El canal como instancia simbólica

Tradicionalmente, el canal ha sido entendido como el medio físico por el cual circula el
mensaje. Sin embargo, esta teoría propone una reconceptualización: el canal es una instancia
simbólica que transforma el mensaje, lo resignifica y lo reconfigura. Siguiendo a McLuhan
(1964), quien advirtió que “el medio es el mensaje”, se plantea que todo canal impone un marco
semiótico particular, una estética, una temporalidad y un régimen de atención.

Por ejemplo, un discurso oral en un aula no produce los mismos efectos que una publicación
en una red social. En el primer caso, hay un ritmo sincrónico, una proximidad corporal, una
expectativa institucional; en el segundo, impera la fragmentación, la lógica del like y la
performatividad de la imagen. Como señala Silverstone (1999), los medios no solo transmiten
información, sino que generan culturas mediáticas con valores, emociones y formas de relación
propias.

Esta teoría sostiene, por tanto, que el canal no debe ser visto como un simple conducto,
sino como un actor semiótico que interviene activamente en la construcción del significado. En
este marco, la selección del canal deja de ser un asunto técnico para convertirse en una decisión
estratégica y política. La elección de un canal es también una elección de mundo simbólico, de
audiencia, de legitimidad y de forma de poder. Por ello, analizar la comunicación exige
desentrañar las lógicas del canal como parte del mensaje.

4. Postulados Fundamentales de la Teoría

Postulado 1: La comunicación es simbólica e intencional

La comunicación humana debe entenderse como un proceso inherentemente simbólico, en
el que cada signo utilizado activa un campo de significaciones compartidas y disputadas. Como
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4290
señala Cassirer (1944), el ser humano es un "animal simbólico" cuya experiencia del mundo está
mediada por sistemas de representación cultural. Desde esta premisa, todo acto comunicativo
implica una elección intencional de signos con la finalidad de generar sentido en otro.

Dicha intencionalidad no se limita al plano consciente. Como indica Austin (1962, p. 102),
los actos de habla no solo informan: también hacen cosas con las palabras. Esta teoría asume que
toda emisión, incluso aquella aparentemente banal o rutinaria, posee una finalidad estructurante
en el intercambio social. La intención puede ser persuasiva, afectiva, informativa, disuasiva o
incluso silenciosa, pero nunca es neutra.

Asimismo, la codificación simbólica está atravesada por el contexto cultural e histórico del
emisor. Según Halliday (1978), los recursos lingüísticos disponibles en una comunidad lingüística
condicionan la forma en que se puede expresar la intención. En este sentido, los hablantes no solo
eligen qué decir, sino desde qué marco estructuran su decir. Esto refuerza la idea de que el símbolo
no es accesorio al mensaje: es su arquitectura central.

En síntesis el reconocimiento de la intencionalidad simbólica permite distinguir esta teoría
de los modelos mecanicistas de la comunicación. Mientras que estos últimos reducen el proceso
a la transmisión de información, el enfoque aquí propuesto subraya que comunicar es actuar
estratégicamente en un entorno de sentidos múltiples, conflictivos y situados. Por tanto, el análisis
comunicativo debe prestar atención no solo al contenido, sino a los fines que subyacen al acto
comunicativo.

Postulado 2: Todo mensaje se sitúa en un contexto activo

Todo mensaje se produce, circula e interpreta dentro de un contexto que no es meramente
ambiental, sino dinámico, activo y estructurante. Tal como sostiene Bateson (1972), “el contexto
es aquello que otorga sentido al mensaje”; sin él, la significación se diluye o se transforma
radicalmente. Esta teoría recupera esa idea y la profundiza al entender el contexto como una
matriz de dimensiones socioculturales, ideológicas y emocionales que afectan tanto al emisor
como al receptor.

En el marco de este postulado, el contexto deja de ser un fondo neutro para convertirse en
un actor comunicativo. Las relaciones de poder, los estigmas, las normas sociales, los marcos de
legitimidad y los estados afectivos inciden directamente en cómo se produce y se recibe un
mensaje (Foucault, 1970). No se comunica lo mismo desde una posición de autoridad que desde
una posición de vulnerabilidad, aunque el código sea idéntico.

Además, la activación del contexto se da también en términos temporales. La memoria
colectiva, los eventos recientes, las expectativas del entorno y la historicidad de los interlocutores
influyen en la recepción del mensaje. Tal como recuerda Habermas (1987, p. 118), el espacio de
comunicación pública está estructurado por tradiciones discursivas que sedimentan significados.
Esto implica que todo mensaje entra en diálogo con una red previa de discursos.
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4291
Por tanto, este postulado establece que no es posible comprender plenamente un acto
comunicativo sin analizar el contexto que lo rodea y lo permea. Esto conlleva un enfoque holístico
y crítico, que obliga al investigador a considerar variables extra-lingüísticas, como el entorno
emocional, los marcos ideológicos y las lógicas sociopolíticas del espacio donde ocurre la
interacción.

Postulado 3: El canal comunica tanto como el mensaje

Tradicionalmente considerado un mero soporte técnico, el canal de comunicación ha sido
subestimado en su función simbólica. Esta teoría propone, en cambio, que el canal no solo
transmite el mensaje, sino que también lo transforma y reconfigura. Según McLuhan (1964), “el
medio es el mensaje”, una afirmación que resalta cómo las tecnologías y modos de transmisión
afectan la experiencia del contenido (p. 23).

En el ámbito digital, por ejemplo, no es lo mismo una conversación por WhatsApp que una
videollamada o un correo formal. El canal selecciona, jerarquiza y condiciona la expresión de las
intenciones comunicativas. Como lo indican Sundar y Limperos (2013), las affordances
tecnológicas generan “expectativas de recepción”, moldeando tanto el lenguaje como la forma de
interacción (pp. 512513). Así, lo que se comunica por un canal específico está preconfigurado
por las características simbólicas de dicho canal.

Además, la elección del canal es también una acción estratégica. En contextos de poder, la
mediación del canal puede ser una forma de control o censura (Castells, 2009). La comunicación
institucional, por ejemplo, no solo se adapta al medio, sino que lo utiliza como herramienta de
gestión simbólica para modular el impacto de sus mensajes.

Por todo ello, este postulado sostiene que el análisis de los procesos comunicativos debe
incluir una evaluación crítica de los canales utilizados, no como variables secundarias, sino como
actores co-constructores del sentido. Esto implica una ampliación epistemológica del concepto de
canal, que deja de ser un vector lineal para convertirse en una dimensión simbólica y performativa
del acto comunicativo.

Postulado 4: La co-construcción de sentido es interdependiente

Lejos de la visión del receptor pasivo o del emisor soberano, la presente teoría subraya que
el sentido es co-construido por todos los participantes de la interacción. La interpretación no es
simplemente una decodificación; es una negociación activa de significados. Como sostiene
Bakhtin (1981), todo enunciado es dialógico, es decir, anticipa respuestas, presupone contextos y
responde a discursos previos (p. 280).

En este marco, el sentido se produce en la interdependencia. El emisor comunica desde un
horizonte cultural, emocional y lingüístico, y el receptor interpreta desde otro. Ambos mundos no
se superponen completamente, pero se intersectan. Esta intersección, aunque parcial, genera una
zona de sentido compartido que puede ser conflictiva, ambigua o incluso contradictoria. Como
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4292
apuntan Gudykunst y Kim (2003), la eficacia comunicativa se mide por la capacidad de reducir
la incertidumbre y negociar significados (pp. 8789).

Dicho proceso no es simétrico. En contextos de poder, la capacidad de imponer significados
no está distribuida equitativamente. El emisor con mayor capital simbólico tiende a hegemonizar
la interpretación del mensaje (Bourdieu, 1991). Sin embargo, la interdependencia comunicativa
implica que ningún sentido se impone completamente sin la complicidad explícita o implícita
del interlocutor.

Por lo tanto, la co-construcción de sentido se presenta como una dinámica estructural del
proceso comunicativo. Este postulado desplaza la idea de transmisión hacia la idea de producción
conjunta, lo cual exige que toda investigación comunicacional considere no solo las intenciones
del emisor, sino también las condiciones del receptor y las reglas implícitas del intercambio.

Postulado 5: El ruido es también simbólico y no neutro

A diferencia de los modelos tradicionales, donde el “ruido” es concebido como una mera
interferencia técnica en el proceso de transmisión (Shannon & Weaver, 1949), la Teoría Integrada
propone que el ruido tiene también una dimensión simbólica y cultural. No se trata solo de sonidos
indeseados o distorsiones accidentales, sino de elementos que revelan tensiones, silencios
estratégicos y fallas interpretativas con significados propios.

Foucault (1970) ha mostrado cómo el silencio es parte de los dispositivos del poder, y en
ese sentido, el “ruido” en la comunicación puede entenderse como un síntoma de conflicto
semántico, de disonancia ideológica o de resistencia interpretativa (p. 25). Así, un mensaje no
comprendido no es solo un error técnico: puede ser la manifestación de una diferencia radical
entre marcos culturales o experiencias emocionales.

En este marco, el ruido simbólico aparece como un indicador clave del grado de
inteligibilidad mutua entre los interlocutores. Por ello, más que eliminarse, debe analizarse: ¿qué
revela ese malentendido?, ¿qué ideologías o códigos en conflicto están allí en juego?, ¿qué
emociones no nombradas están produciendo interferencia?

Este postulado contribuye a una reconceptualización epistemológica de la noción de
“ruido”, alejándola de la ingeniería comunicativa y acercándola a la hermenéutica crítica. La
interferencia, lejos de ser mero “accidente”, se configura como parte constitutiva del acto
comunicativo.

Postulado 6: La comunicación transforma a los interlocutores

Finalmente, se sostiene que todo acto comunicativo conlleva una dimensión
transformacional. No se trata únicamente de transmitir información, sino de alterar en mayor o
menor medida los estados internos, representaciones, y disposiciones de quienes participan en
el intercambio. Esta idea ha sido explorada por Buber (1970), quien afirma que el diálogo genuino
transforma al “yo” al confrontarlo con el “tú” (p. 62).
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4293
Desde esta perspectiva, cada encuentro comunicativo deja huellas. El emisor no es el
mismo después de emitir un mensaje, como tampoco lo es el receptor luego de recibirlo. Esta
mutua transformación se acentúa cuando hay apertura, escucha activa, y disposición a la alteridad,
condiciones necesarias para la emergencia de sentido profundo.

En el ámbito organizacional, por ejemplo, los procesos de feedback pueden generar
cambios en la identidad laboral del sujeto. En contextos educativos, una conversación
significativa puede redefinir las motivaciones del aprendiz. Y en relaciones terapéuticas o
comunitarias, la palabra tiene un potencial performativo que va más allá del contenido explícito.

Este postulado amplía el horizonte analítico de la comunicación, proponiendo que su
evaluación no se reduzca a verificar la fidelidad del contenido, sino a identificar sus efectos
transformacionales en el plano cognitivo, afectivo y relacional. La comunicación, entonces, no
solo describe o representa el mundo: lo modifica.

5.
Nuevas Categorías Teóricas Propuestas
Intencionalidad estructurante

Se propone el concepto de intencionalidad estructurante para aludir a la función
organizadora que ejerce la intención comunicativa sobre la forma y el contenido del mensaje. A
diferencia de enfoques que separan intención y estructura, aquí se plantea que todo mensaje
humano, incluso aquel aparentemente espontáneo o automático, se configura bajo un principio de
finalidad tácita.

Austin (1962) ya había indicado que “decir algo es hacer algo” (p. 102), abriendo paso al
enfoque performativo del lenguaje. Esta teoría profundiza ese planteamiento al sostener que la
intención no solo orienta el acto comunicativo, sino que lo moldea estructuralmente. Así, la
elección del canal, el tono, el orden sintáctico y hasta el tiempo verbal responden a una finalidad
que organiza el decir (Habermas, 1987, pp. 182184).

Este concepto permite estudiar la comunicación más allá del contenido semántico,
prestando atención a cómo se diseñan estratégicamente los mensajes en función de su efecto
buscado, incluso cuando este no se hace explícito. La intencionalidad estructurante, por tanto,
articula lo lingüístico, lo cognitivo y lo pragmático.

Interdependencia transformacional

Esta categoría se formula como aporte propio para designar el vínculo relacional entre los
interlocutores, no solo en términos de codificación y decodificación, sino como una relación que
transforma mutuamente a los sujetos implicados. En oposición al emisor y receptor como
entidades aisladas, se plantea una lógica de transformación interdependiente.

Buber (1970) ya había adelantado que el “Yo” se constituye en el encuentro con el “Tú”
(p. 61). En esta línea, se sostiene que todo intercambio comunicativo implica una transformación
subjetiva, en la medida que incorpora nuevas referencias, emociones o aprendizajes. Esta idea es
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4294
coherente con los enfoques transaccionales de la comunicación (Watzlawick, Beavin & Jackson,
1971), pero va más allá al enfatizar la plasticidad de las identidades durante el acto de comunicar.

El concepto permite analizar cómo las dinámicas comunicativas modifican no solo
creencias, sino también disposiciones afectivas, vínculos sociales y estructuras de poder
simbólico.

Ruido simbólico

Se introduce aquí el término ruido simbólico para referirse a las interferencias que afectan
el proceso comunicativo no solo desde lo técnico, sino desde lo cultural, ideológico y emocional.
Mientras que el modelo de Shannon y Weaver (1949) trataba el ruido como una distorsión externa
del canal, esta teoría lo resignifica como un signo en sí mismo.

El ruido simbólico puede manifestarse como ambigüedad semántica, ironía, dobles
sentidos, silencios cargados o tensiones latentes en el discurso. Desde esta perspectiva, el ruido
no es meramente un “error”, sino una pista sobre conflictos en los marcos de interpretación (Eco,
1981, pp. 4852).

Este concepto resulta clave para analizar las disonancias culturales o afectivas en
contextos comunicacionales complejos, tales como los discursos políticos, los entornos
multiculturales o los escenarios digitales donde la saturación de estímulos interfiere activamente
en la construcción de sentido.

Contexto activo

Para efectos de esta teoría, se propone el concepto de contexto activo como categoría que
sustituye la noción tradicional de contexto entendido como “entorno pasivo”. Aquí se afirma que
el contexto no solo condiciona la comunicación, sino que participa activamente en la producción
de significados.

Foucault (1970) advierte que todo discurso está “atravesado por relaciones de poder que lo
posibilitan y lo limitan” (p. 42), y en esa línea esta teoría considera el contexto como actor
simbólico que incide en la dirección, tono y recepción del mensaje.

El contexto activo incluye factores como la coyuntura histórica, el clima emocional, el
posicionamiento ideológico de los actores, y las condiciones materiales del entorno comunicativo.
Su reconocimiento es clave para evitar análisis descontextualizados o universalistas de la
comunicación.

Finalidad comunicativa implícita

Esta categoría se formula para designar aquellas intenciones subyacentes o no declaradas
que orientan el acto comunicativo. A menudo, el objetivo manifiesto del mensaje no coincide con
su propósito profundo; por ejemplo, una pregunta puede ser un mecanismo de control, una
afirmación puede ser una forma de exclusión simbólica.

Esta idea se vincula con la tradición hermenéutica crítica, particularmente con Gadamer
(1990), quien afirma que “toda comprensión es también una interpretación de las intenciones no
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4295
dichas” (p. 137). Desde esta óptica, el análisis comunicativo no debe limitarse al “qué se dijo”,
sino al “para qué se dijo”.

La categoría permite investigar los niveles latentes del discurso, incluyendo la dimensión
estratégica, afectiva y política de los mensajes, lo cual es especialmente útil en estudios sobre
comunicación institucional, relaciones de poder o análisis del discurso mediático.

6.
Fundamentos Teóricos y Disciplinarios
Enfoques funcionalistas y críticas al modelo lineal

El paradigma funcionalista de la comunicación ha sostenido durante décadas una
concepción lineal, instrumental y transmisiva del acto comunicativo, influenciado por modelos
como el de Shannon y Weaver (1949), que definían la comunicación como un proceso técnico de
codificación, canalización y decodificación de mensajes. En este enfoque, el receptor es una
entidad pasiva cuya comprensión es medida por la fidelidad del mensaje recibido. Tal modelo fue
útil en contextos tecnológicos y militares, pero resulta insuficiente para captar la complejidad
simbólica, emocional e ideológica del lenguaje humano.

Las críticas más sustanciales al modelo funcionalista provienen de la imposibilidad de
reducir la comunicación a una cadena unidireccional de emisión-recepción. Jakobson (1960), por
ejemplo, complejizó esta visión al introducir funciones lingüísticas como la metalingüística o la
conativa, mostrando que la comunicación no es solo transmisión, sino también apelación,
contextualización y autorreferencia. A pesar de ello, muchos esquemas educativos,
organizacionales y mediáticos han seguido utilizando un enfoque simplista, generando procesos
comunicativos ineficaces y deshumanizados.

La Teoría Integrada responde a esta limitación al incorporar una perspectiva relacional,
situada y transformacional, en la cual emisor y receptor co-construyen sentido en un marco de
intencionalidades explícitas e implícitas, afectado por contextos y ruido simbólico. Así, el modelo
lineal no es negado, sino trascendido; se reconoce su valor estructural básico, pero se supera al
integrar dimensiones hermenéuticas, cognitivas, emocionales y culturales del proceso
comunicativo.

Aportes de la teoría crítica y hermenéutica

Desde la teoría crítica, autores como Habermas (1987) han aportado una comprensión de
la comunicación como acción orientada al entendimiento, diferenciándola de la acción
estratégica. Esta distinción es fundamental para reconocer cuándo un acto comunicativo busca
consensos y cuándo persigue la manipulación. En la Teoría Integrada, esta idea es clave para
analizar la intencionalidad estructurante: los mensajes no son neutros, sino impregnados de
intereses, ideologías y posicionamientos subjetivos que operan tanto de forma manifiesta como
encubierta.

La tradición hermenéutica, por su parte, ha enfatizado la importancia de la interpretación
situada. Gadamer (1975) sostiene que todo acto de comprensión está mediado por los “prejuicios
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4296
productivos” del intérprete, es decir, por el horizonte cultural desde el cual se lee un mensaje.
Esto implica que el sentido no está en el texto ni en el emisor, sino en la interacción dinámica
entre mensaje y contexto de recepción. Así, la interpretación no puede ser objetivada, sino
comprendida como proceso dialógico.

La Teoría Integrada asume estos aportes para afirmar que el sentido de un mensaje emerge
en la interacción, siendo co-creado por sujetos situados históricamente. Esta mirada hermenéutica
y crítica permite trascender la mirada técnica de la comunicación y reconocerla como un campo
de disputas de sentido, de poder simbólico y de resignificaciones constantes (Foucault, 1970, p.
37).

Semiótica, pragmática y semántica interpretativa

La semiótica ha sido fundamental para comprender que todo proceso comunicativo implica
la producción, circulación e interpretación de signos. Según Eco (1981), el signo no tiene un
significado fijo, sino que está abierto a múltiples interpretaciones dependiendo del encuadre
semiótico. Esta polisemia estructural es clave para entender por qué los mensajes pueden ser
interpretados de forma divergente por distintos interlocutores, aún si comparten un mismo idioma
o contexto general.

Por otro lado, la pragmática, desarrollada por Austin (1962) y Searle (1969), ha mostrado
que los actos de habla no solo informan, sino que realizan acciones: prometer, ordenar, solicitar,
advertir. La fuerza ilocutiva de un enunciado depende no solo de su forma lingüística, sino del
contexto situacional, la intención del hablante y las expectativas del oyente. Esta dimensión
pragmática es la que se recoge en la categoría de “finalidad comunicativa implícita” propuesta en
esta teoría.

En esa línea, la semántica interpretativa permite analizar cómo el sentido se construye no
desde definiciones normativas, sino desde marcos relacionales y emocionales. Greimas (1970) y
Ricoeur (1990) han sostenido que la interpretación se desplaza constantemente entre niveles
léxicos, narrativos y simbólicos. La Teoría Integrada se nutre de este enfoque para reconocer que
todo mensaje contiene capas de sentido que deben ser leídas desde una mirada multidimensional.

Neurocomunicación y psicología del lenguaje

Los avances en neurociencias han evidenciado que el lenguaje no solo activa regiones
cerebrales asociadas al procesamiento lógico, sino también estructuras vinculadas a la emoción,
la memoria afectiva y la motivación. Estudios de Damasio (1994) demostraron que la toma de
decisiones lingüísticas implica procesos emocionales previos, lo que implica que la comunicación
está atravesada por elementos no racionales que influyen en su eficacia.

Desde la psicología del lenguaje, se ha demostrado que la comprensión de un mensaje
depende no solo del código, sino de la estructura cognitiva del receptor. Gudykunst y Kim (2003)
sostienen que la competencia comunicativa intercultural implica manejar no solo el idioma, sino
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4297
los marcos mentales, emocionales y culturales del otro (pp. 8789). Así, la comunicación es
también una negociación de mundos simbólicos subjetivos.

La Teoría Integrada incorpora estos hallazgos para reforzar su propuesta de
“interdependencia transformacional”: los sujetos no solo intercambian información, sino que se
afectan mutuamente en sus estructuras mentales, en su autopercepción y en sus formas de
comprender al otro. Esto implica una redefinición del acto comunicativo como experiencia
neuroemocional compartida.

Perspectiva antropológica y teoría de sistemas

Desde la antropología, se ha reconocido que la comunicación cumple funciones
estructurantes dentro de las culturas. Malinowski (1923) introdujo el concepto de “función fática”,
según el cual el lenguaje no solo informa, sino que mantiene vínculos sociales. Esta dimensión
relacional es clave para comprender cómo la comunicación configura redes de pertenencia,
identidad y poder. Lévi-Strauss (1958) amplió esta mirada al señalar que todo acto simbólico
como hablar, callar, gesticular o escribir está inserto en un sistema cultural que le otorga
sentido.

Por su parte, la teoría de sistemas ha permitido concebir la comunicación como parte de un
conjunto más amplio de interacciones dinámicas. Luhmann (1997) propuso que los sistemas
sociales se autopoietizan mediante la comunicación, es decir, se reproducen a sí mismos en cada
acto comunicativo. Esta idea refuerza el carácter interdependiente y evolutivo de los procesos
comunicacionales, que no pueden aislarse del contexto ni de sus efectos sistémicos.

La Teoría Integrada retoma estos aportes para proponer que el “contexto activo” no es un
telón de fondo, sino un componente constitutivo de la comunicación. Cada mensaje, cada gesto,
cada silencio, se inscribe en una red de significados, códigos y normas culturales que determinan
su sentido. Por tanto, comprender la comunicación implica también mapear el sistema simbólico
y social donde esta ocurre.

APLICACIONES DE LA TEORÍA

Comunicación educativa: diálogo, mediación y transformación

En el ámbito educativo, la comunicación se configura no solo como un vehículo para la
transmisión de contenidos, sino como un espacio de co-construcción de sentidos, vínculos y
subjetividades. La Teoría Integrada propone una reconceptualización del aula como entorno
simbólico donde convergen intencionalidades comunicativas explícitas e implícitas entre
docentes y estudiantes. Desde esta perspectiva, el acto educativo se comprende como un proceso
dialógico que transforma tanto al emisor como al receptor (Freire, 1970, p. 45).

La noción de “intencionalidad estructurante” resulta especialmente relevante en contextos
pedagógicos, donde cada mensaje del docente no solo transmite información, sino también
valores, emociones, expectativas y configuraciones de poder (Bernstein, 2003). La elección del
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4298
lenguaje, el tono, los silencios y las formas de retroalimentación constituyen prácticas
comunicativas que modelan la experiencia del aprendizaje y la construcción del conocimiento.
Así, la enseñanza ya no se limita a un discurso unidireccional, sino que se convierte en un proceso
de mediación simbólica, afectiva y cultural.

Además, la categoría de “contexto activo” permite comprender cómo el entorno
institucional, las políticas educativas, la cultura escolar y los marcos socioemocionales de los
estudiantes afectan la interpretación de los mensajes pedagógicos. La teoría sostiene que solo una
comunicación consciente de estos factores puede generar aprendizajes significativos y
transformadores (Habermas, 1987). Por tanto, formar comunicadores educativos implica también
desarrollar competencias hermenéuticas, empáticas y éticas.

Comunicación en salud: empatía, cultura y afecto

En los entornos clínicos y comunitarios de salud, la comunicación es un factor determinante
para la adherencia terapéutica, la prevención de riesgos y la construcción de confianza. Sin
embargo, tradicionalmente ha sido abordada desde enfoques funcionales y prescriptivos, donde
el personal médico transmite información y el paciente obedece. La Teoría Integrada propone
superar este paradigma al introducir la noción de “finalidad comunicativa implícita”,
reconociendo que todo acto comunicativo en salud está mediado por emociones, temores,
creencias culturales y relaciones de poder.

Los estudios de Ong et al. (1995) han evidenciado que la comunicación empática mejora
los resultados clínicos, reduce la ansiedad y fortalece la relación médico-paciente. En línea con
esto, la categoría de “interdependencia transformacional” afirma que tanto el profesional de salud
como el paciente se modifican a través del diálogo clínico: el primero ajusta sus estrategias según
la respuesta del otro, mientras que el segundo construye su comprensión del diagnóstico, el
tratamiento y el autocuidado.

Además, la categoría de “ruido simbólico” adquiere un papel central en contextos donde
existen barreras culturales, lingüísticas o de alfabetización en salud. La no comprensión del
mensaje no es un mero fallo técnico, sino un desfase entre universos simbólicos que debe ser
activamente interpretado y corregido (Kleinman, 1980). Así, la teoría permite repensar la
comunicación en salud como un proceso de negociación cultural, afectiva y cognitiva, más allá
del intercambio de datos biomédicos.

Comunicación organizacional: sentido, liderazgo y cultura

Las organizaciones son sistemas comunicativos complejos donde el sentido se construye,
negocia y transforma permanentemente. En este contexto, la Teoría Integrada ofrece una lente
analítica que permite comprender cómo las interacciones cotidianas configuran culturas
organizacionales, relaciones de poder y estilos de liderazgo. En particular, la noción de “contexto
activo” ayuda a explicar cómo los mensajes adquieren distintos significados según las jerarquías,
los climas laborales y los valores institucionales.
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4299
El liderazgo comunicacional, entendido como la capacidad de construir visiones
compartidas mediante la palabra, el gesto y la escucha activa, se ve potenciado al incorporar
categorías como “intencionalidad estructurante” e “interdependencia transformacional”. Según
Fairhurst y Connaughton (2014), los líderes no solo administran la comunicación, sino que la
encarnan; son portadores de relatos, emociones y marcos interpretativos que orientan la acción
colectiva (p. 9). Así, comunicar no es simplemente emitir mensajes, sino construir realidades
organizacionales.

Por otro lado, la noción de “ruido simbólico” permite analizar los conflictos, resistencias y
ambigüedades que emergen en los procesos de cambio organizacional. Muchas veces, el fracaso
en implementar estrategias no reside en el contenido de la propuesta, sino en las distorsiones,
silencios o malinterpretaciones que emergen durante su comunicación. La Teoría Integrada invita
entonces a desarrollar una cultura comunicacional crítica, reflexiva y adaptativa, capaz de
escuchar lo explícito y lo implícito, lo dicho y lo evitado.

Medios y comunicación digital: análisis crítico del discurso

En los medios de comunicación y entornos digitales, la circulación de mensajes se
encuentra atravesada por algoritmos, narrativas hegemónicas y prácticas de consumo acelerado.
La Teoría Integrada permite abordar este fenómeno desde una mirada crítica, reconociendo que
los discursos mediatizados no solo informan, sino que estructuran subjetividades, reproducen
ideologías y producen efectos de verdad (Foucault, 1970). Aquí, la categoría de “canal como
instancia simbólica” resulta clave para comprender cómo los formatos, plataformas y dispositivos
configuran el sentido.

El análisis del discurso mediático desde esta teoría no se limita al contenido explícito, sino
que incorpora el estudio de la intencionalidad comunicativa, el contexto activo de recepción y las
interferencias simbólicas que operan en la interpretación. Por ejemplo, una noticia no solo
transmite hechos, sino que posiciona al lector como víctima, consumidor o enemigo, según el
marco ideológico que estructura la narrativa (Van Dijk, 1993). Esta perspectiva crítica es
fundamental para la alfabetización mediática y la formación de ciudadanía digital.

En ambientes digitales, además, la intencionalidad se complejiza: memes, emojis, hashtags
y silencios son formas de comunicación cargadas de sentido, que operan en lógicas de
ambigüedad y fugacidad. La categoría de “ruido simbólico” adquiere aquí una potencia
explicativa, al mostrar cómo la saturación informativa, la polarización discursiva y la
manipulación algorítmica generan interferencias que afectan la calidad del diálogo público. Por
ello, esta teoría resulta valiosa para investigadores, educadores y analistas de medios que busquen
comprender críticamente las prácticas comunicativas contemporáneas.

Intervención social: escucha activa y justicia simbólica

En el campo de la intervención social, la comunicación cumple un papel estructurante: es
a través del diálogo que se reconocen necesidades, se articulan demandas, se construyen alianzas
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4300
y se transforman realidades. La Teoría Integrada plantea que todo proceso de intervención debe
partir del reconocimiento del “contexto activo” en el cual se inscriben los actores sociales: sus
historias, marcos culturales, emociones colectivas y horizontes de expectativa. Desde esta
comprensión situada, la intervención no impone soluciones, sino que habilita procesos de co-
creación simbólica.

La categoría de “escucha activa” se articula aquí con la de “interdependencia
transformacional”: el profesional que interviene también es transformado por el vínculo que
establece con los sujetos y comunidades. Esta dinámica ética y relacional exige habilidades
comunicativas avanzadas, entre ellas, la capacidad de interpretar los silencios, los gestos, las
narrativas fragmentadas y los símbolos culturales que operan en la escena social (Bourdieu, 1999).

Asimismo, la noción de “justicia simbólica” derivada del reconocimiento del poder
performativo de la comunicación implica que no basta con garantizar derechos formales; es
necesario también asegurar condiciones de reconocimiento discursivo y afectivo. Esto supone,
por ejemplo, validar las formas de hablar de los pueblos originarios, los discursos de las mujeres,
de las personas con discapacidad, de las minorías sexuales y de los grupos excluidos. Así, esta
teoría ofrece herramientas para una intervención social más crítica, reflexiva y transformadora.

LIMITACIONES, PROYECCIONES Y METODOLOGÍA HIPOTÉTICA

Límites teóricos y condiciones de uso

Pese a su alcance transdisciplinario, la teoría propuesta presenta algunas delimitaciones
conceptuales que deben ser consideradas para evitar extrapolaciones erróneas. En primer lugar,
su énfasis en la co-construcción de sentido puede ser interpretado de manera relativista si no se
acota que esta co-construcción se enmarca en estructuras de poder, códigos compartidos y
limitaciones cognitivas (Foucault, 1970, p. 93). Así, no toda interpretación es posible ni todo acto
comunicativo se da en condiciones simétricas.

En segundo lugar, el enfoque simbólico-intencional implica que fenómenos comunicativos
de carácter automático, instintivo o fisiológico como la comunicación no verbal involuntaria
en situaciones de estrés extremo quedan parcialmente fuera del marco de análisis. La teoría se
orienta a interacciones humanas conscientes, o al menos pre-reflexivas, lo que la hace menos
aplicable a contextos donde predomina el ruido físico, el trastorno cognitivo grave o la pérdida
de agencia.

Finalmente, si bien la propuesta es aplicable en diversos dominios (educación, salud,
organizaciones), su implementación requiere un nivel elevado de alfabetización simbólica por
parte de los usuarios, tanto investigadores como profesionales. La interpretación del “ruido
simbólico” o de la “intencionalidad estructurante” exige entrenamiento teórico-metodológico y
sensibilidad cultural, por lo que no se recomienda su uso operativo sin la debida formación
conceptual.
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4301
Recomendaciones para operacionalización empírica

Para facilitar la validación empírica de la teoría, se sugiere la construcción de instrumentos
mixtos que combinen técnicas cualitativas (análisis del discurso, observación participante,
entrevistas semiestructuradas) con indicadores cuantificables que permitan registrar correlaciones
entre dimensiones comunicativas y resultados contextuales. La categoría de “interdependencia
transformacional”, por ejemplo, puede explorarse a través de escalas de reciprocidad
comunicativa o de cambio percibido en los interlocutores tras una interacción significativa.

Asimismo, la “intencionalidad estructurante” puede ser operacionalizada mediante
protocolos de codificación de discursos, en los que se identifiquen patrones pragmáticos, formas
de apelación, uso de conectores lógicos, y tipos de posicionamiento del hablante. Herramientas
como el software ATLAS.ti o MAXQDA podrían ser empleadas para analizar segmentos
textuales codificados por expertos interdisciplinarios, permitiendo mapear intenciones
comunicativas explícitas y latentes (Saldaña, 2021).

Por su parte, el “contexto activo” podría abordarse mediante análisis situacional o mapeo
de redes simbólicas presentes en una comunidad, tal como lo proponen enfoques de cartografía
social y etnografía multisituada (Marcus, 1995). De esta forma, se alienta la aplicación situada,
flexible y rigurosa de la teoría en diseños empíricos adaptables a contextos diversos.

Posibles diseños de validación

Tres estrategias de validación pueden proyectarse para esta teoría. La primera es de tipo
exploratorio-cualitativo, centrada en estudios de caso donde se analicen interacciones
comunicativas significativas por ejemplo, sesiones de terapia, aulas interculturales o procesos
de consulta comunitaria a través de registros audiovisuales y triangulación con actores. Este
enfoque permite captar la riqueza simbólica y los matices intencionales de los procesos
comunicativos (Denzin & Lincoln, 2018).

La segunda es de carácter correlacionalcuantitativo, basada en cuestionarios validados que
midan dimensiones como empatía comunicativa, percepción de ruido simbólico, claridad
intencional, o adecuación contextual. Esto facilitaría establecer relaciones entre variables
comunicativas y resultados como confianza, aprendizaje o cohesión grupal. Se recomienda aquí
la utilización de modelos de ecuaciones estructurales para probar la consistencia interna de las
relaciones teóricas (Hair et al., 2019).

La tercera vía propone un diseño mixto secuencial explicativo, donde los resultados
cuantitativos iniciales orienten el diseño de exploraciones cualitativas más profundas. Esta opción
permite validar constructos nuevos como “justicia simbólica” o “finalidad comunicativa
implícita” y retroalimentar la teoría en ciclos iterativos de validación, refinamiento y aplicación
(Creswell & Plano Clark, 2018).
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4302
Líneas futuras de investigación transdisciplinaria

El desarrollo de esta teoría abre múltiples posibilidades para la investigación futura. Una
primera línea consiste en su integración con modelos neurocientíficos, especialmente en lo
relativo a los circuitos cerebrales de la intencionalidad, la empatía y la codificación semiótica.
Estudios con neuroimagen funcional podrían explorar cómo se activan estas dimensiones durante
actos comunicativos complejos (Frith & Frith, 2006).

Una segunda línea se orienta a la validación intercultural de las categorías teóricas. ¿Se
manifiestan de igual forma el “ruido simbólico” o la “co-construcción de sentido” en sociedades
individualistas versus colectivistas? ¿Cómo varía la “finalidad comunicativa implícita” en
tradiciones orales frente a culturas letradas? Estas preguntas invitan a un abordaje comparado e
interdisciplinario que incorpore etnografía, antropología, estudios culturales y lingüística crítica.

Finalmente, se plantea como necesaria una línea de investigación aplicada que explore las
consecuencias ético-políticas de esta teoría en contextos de desigualdad, conflicto o exclusión.
Investigar cómo la comunicación puede ser una herramienta para el empoderamiento simbólico,
el reconocimiento cultural y la transformación social concreta constituye uno de los aportes más
prometedores de esta propuesta teórica.

CONCLUSIONES

Aportes innovadores a la teoría de la comunicación

La presente teoría propone un giro sustantivo en la comprensión del fenómeno
comunicativo al desplazar el foco desde el simple intercambio de información hacia la
articulación simbólica de la experiencia humana. Se introducen conceptos originales como
intencionalidad estructurante, ruido simbólico, interdependencia transformacional y contexto
activo, los cuales no solo enriquecen el léxico conceptual del campo, sino que permiten repensar
los procesos comunicativos como formas de agencia cultural, subjetiva y epistémica (Bateson,
1972, p. 311; Habermas, 1987, p. 124).

A diferencia de modelos lineales o interaccionales clásicos, esta teoría enfatiza la capacidad
de la comunicación para transformar a los sujetos, producir realidades compartidas y negociar
sentidos en condiciones de asimetría simbólica. Así, se aporta un marco más comprensivo y
crítico, capaz de dar cuenta de fenómenos como la manipulación discursiva, el silenciamiento
estructural, o la agencia comunicativa en contextos de exclusión. Como afirma Foucault (1970),
el lenguaje no sólo representa, sino que produce y delimita lo decible (p. 96).

De este modo, la teoría no solo constituye una reorganización de categorías ya existentes,
sino que ofrece un modelo interpretativo con capacidad heurística y transformadora, aplicable a
múltiples dominios disciplinarios y sociales. Este carácter integrador, combinado con su
capacidad explicativa y su apertura metodológica, la posiciona como una propuesta teórica
innovadora de alcance transdisciplinario.
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4303
Relevancia epistemológica y aplicabilidad

Desde una perspectiva epistemológica, esta teoría se inscribe en un paradigma
interpretativo-constructivista que reconoce la pluralidad de los modos de conocer, el papel de la
experiencia situada y la mediación simbólica como condiciones de posibilidad del conocimiento
(Bruner, 1990; Gergen, 2009). La comunicación, en este marco, no es solo un canal para transmitir
saberes, sino una forma constitutiva del acto de conocer y reconocerse en el mundo.

La aplicabilidad de la teoría ha sido evidenciada en diversos campos: en la educación,
promueve prácticas pedagógicas dialógicas; en salud, permite comprender la dimensión cultural
y afectiva del cuidado; en organizaciones, habilita procesos de liderazgo transformacional
centrado en la construcción de sentido; y en medios, ofrece herramientas para analizar
críticamente los discursos dominantes (Jensen, 2020; Gudykunst & Kim, 2003, pp. 102105).

Además, su estructura modular facilita el diseño de instrumentos empíricos adaptables a
distintos contextos. Por ejemplo, la categoría de finalidad comunicativa implícita puede ser
operacionalizada para evaluar procesos de aprendizaje significativo, mientras que el ruido
simbólico puede ser usado para analizar barreras culturales o ideológicas en entornos laborales.
Así, la teoría conjuga profundidad conceptual con potencial de intervención aplicada.

Consolidación conceptual y desafío empírico

Aunque el cuerpo teórico ha sido robustamente desarrollado, el desafío principal reside en
su validación empírica. Se requiere diseñar estrategias metodológicas que permitan traducir las
categorías propuestas en indicadores observables sin reducir su densidad semántica. Este proceso
de consolidación exige investigaciones de corte mixto, comparaciones interculturales y pruebas
longitudinales que evalúen la transformación comunicativa en distintos niveles de análisis
(Creswell & Plano Clark, 2018; Flick, 2014).

Asimismo, se plantea la necesidad de construir comunidades epistémicas que reconozcan
el valor de una comunicación entendida no como “eficacia” sino como “relación de sentido y
transformación”. Este cambio de perspectiva conlleva una redefinición de los criterios de
evaluación en comunicación: más allá del alcance o la fidelidad del mensaje, interesa el impacto
subjetivo, la modificación de marcos interpretativos y la apertura al reconocimiento mutuo
(Gadamer, 1975, p. 210).

Finalmente, se reconoce que todo modelo teórico es una representación situada de la
realidad. Por ello, la teoría aquí presentada no pretende clausurar el campo, sino abrir nuevos
horizontes para pensar, investigar y practicar la comunicación humana como un proceso
interdependiente, contextual e intencional, que configura subjetividades, produce vínculos y
posibilita transformación.
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4304
REFERENCIAS

Adorno, T. W., & Horkheimer, M. (2007). Dialéctica de la Ilustración (6.ª ed., E. Imaz, Trad.).
Herder. (Obra original publicada en 1944)

Austin, J. L. (1982). Cómo hacer cosas con palabras (J. M. Muguerza, Trad.). Paidós. (Obra
original publicada en 1962)

Bandura, A. (1987). Fundamentos sociales del pensamiento y la acción: Una teoría cognitiva
social (J. F. Guerrero, Trad.). Prentice-Hall Hispanoamericana. (Obra original publicada
en 1986)

Eco, U. (1984). La estructura ausente: Introducción a la semiótica (M. L. Spina, Trad.). Lumen.
(Obra original publicada en 1968)

Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.

Geertz, C. (1987). La interpretación de las culturas (A. Murillo, Trad.). Gedisa. (Obra original
publicada en 1973)

Goleman, D. (1996). La inteligencia emocional (C. Beltrán, Trad.). Kairós. (Obra original
publicada en 1995)

Grice, H. P. (1975). Logic and conversation. En P. Cole & J. L. Morgan (Eds.), Syntax and
Semantics: Vol. 3. Speech Acts (pp. 4158). Academic Press. (No existe traducción oficial
en libro, pero es citado habitualmente en inglés)

Habermas, J. (1987). Teoría de la acción comunicativa I: Racionalidad de la acción y
racionalización social (M. Jiménez Redondo, Trad.). Taurus. (Obra original publicada en
1981)

Hall, S. (2003). Codificación/decodificación. En S. Hall, D. Hobson, A. Lowe & P. Willis (Eds.),
Cultura, medios y lenguaje (pp. 128138). Ediciones de la Torre. (Traducción posterior
a la edición original de 1980)

Hymes, D. (1984). Fundamentos en sociolingüística: Enfoque etnográfico (G. Fernández, Trad.).

Ediciones Cátedra. (Obra original publicada en 1974)

Lasswell, H. D. (1948). The structure and function of communication in society. En L. Bryson

(Ed.),
The Communication of Ideas (pp. 3751). Harper & Row. (Cita de uso común en
inglés)

McLuhan, H. (1993). Comprender los medios de comunicación: Las extensiones del ser humano
(J. Costa, Trad.). Paidós. (Obra original publicada en 1964)

Peirce, C. S. (1993). Escritos lógicos: El pragmatismo clásico (T. Parra & J. Sánchez, Eds. y
Trads.). Fondo de Cultura Económica. (Selección del Collected Papers, original de 1903)

Schein, E. H. (2010). La cultura empresarial y el liderazgo organizativo (4.ª ed.). Jossey-Bass.
(Disponible en inglés. No hay edición oficial en español para esta edición específica)
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 4305
Searle, J. R. (1980). Actos de habla: Ensayo de filosofía del lenguaje (J. M. M. González, Trad.).
Cátedra. (Obra original publicada en 1969)

Silverman, J., Kurtz, S., & Draper, J. (2005). Habilidades de comunicación para médicos: Guía
para enseñar y aprender (2.ª ed., D. Rodríguez, Trad.). Elsevier.

Vygotsky, L. S. (1979). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Crítica. (Obra
original publicada en 1978)