
Vol. 12/ Núm. 4 2025 pág. 776
https://doi.org/10.69639/arandu.v12i4.1705
Estrategias de enfermería en la prevención de infecciones
quirúrgicas: revisión basada en evidencia
Nursing Strategies for the Prevention of Surgical Site Infections: An Evidence-Based
Review
Tatiana Rocío Monta Gómez
tmonta64@gmail.com
https://orcid.org/0009-0009-0542-3057
Universidad Central del Ecuador
Ecuador – Quito
Leydi Elena Sudario Fierro
sudariofierro@gmail.com
https://orcid.org/0009-0005-4773-0099
Hospital General del Norte IESS Ceibos
Guayaquil – Ecuador
María Fernanda Secaira Romero
fsecaira9011@gmail.com
https://orcid.org/0009-0008-2753-1895
Omnihospital
Guayaquil – Ecuador
Aura Janeth Vélez Bravo
aura140891@hotmail.com
https://orcid.org/0009-0004-4979-5956
UEESCLINIC
Samborondón – Ecuador
Artículo recibido: 18 septiembre 2025 -Aceptado para publicación: 28 octubre 2025
Conflictos de intereses: Ninguno que declarar.
RESUMEN
Las infecciones del sitio quirúrgico (ISQ) siguen siendo una causa prevenible de morbimortalidad
y costos hospitalarios. Este trabajo sintetiza la evidencia reciente sobre estrategias lideradas por
enfermería para reducir ISQ en pacientes quirúrgicos. Se revisaron guías internacionales y
estudios comparativos publicados entre 2018 y 2025 en PubMed, Scopus y Cochrane. La
evidencia respalda intervenciones preoperatorias como educación al paciente, baño con
clorhexidina, depilación con cortadora eléctrica y detección/tratamiento dirigido de portadores de
Staphylococcus aureus. En el intraoperatorio, enfermería contribuye de forma decisiva al
cumplimiento de la profilaxis antibiótica (selección, dosis, administración en la ventana correcta
y redosificación), a la antisepsia cutánea con clorhexidina-alcohol, a la preparación quirúrgica de
manos con soluciones alcohólicas, y a medidas de soporte como normotermia, control glicémico
y oxigenación suplementaria según indicación. En el posoperatorio, la técnica aséptica en
curaciones, el uso selectivo de apósitos avanzados (p. ej., terapia de presión negativa en incisiones

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de alto riesgo), la retirada oportuna de drenajes y la vigilancia activa de herida reducen
complicaciones. La implementación mediante “bundles” con listas de verificación, auditoría y
retroalimentación, junto con indicadores de proceso y resultado, logra disminuciones
clínicamente relevantes de ISQ y de estancia hospitalaria. La adherencia sostenida requiere
liderazgo de enfermería, formación continua y reporte transparente.
Palabras clave: infección del sitio quirúrgico, enfermería perioperatoria, profilaxis
antibiótica, bundles de prevención, vigilancia activa
ABSTRACT
Surgical site infections (SSI) remain a preventable source of morbidity, mortality, and hospital
costs. This review synthesizes recent evidence on nursing-led strategies to prevent SSI in surgical
patients. International guidelines and comparative studies (2018–2025) were searched in PubMed,
Scopus, and Cochrane. Supported preoperative measures include patient education, chlorhexidine
bathing, hair removal with electric clippers, and targeted screening/treatment of Staphylococcus
aureus carriers. Intraoperatively, nursing plays a central role in correct antibiotic prophylaxis
(agent, dose, timing, and redosing), skin antisepsis with chlorhexidine-alcohol, alcohol-based
surgical hand preparation, and supportive measures such as normothermia, glycemic control, and
supplemental oxygen when indicated. Postoperative prevention relies on aseptic wound care,
selective use of advanced dressings (e.g., negative-pressure therapy for high-risk incisions),
timely drain removal, and active wound surveillance. Implementation through bundled
interventions with checklists, audit and feedback, and process/outcome indicators achieves
clinically meaningful reductions in SSI and length of stay. Sustained gains depend on nursing
leadership, ongoing training, and transparent reporting.
Keywords: surgical site infection, perioperative nursing, antibiotic prophylaxis, prevention
bundles, active surveillance
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INTRODUCCIÓN
La infección del sitio quirúrgico (ISQ) continúa siendo una complicación prevenible pero
persistente que impacta la morbimortalidad, prolonga la estancia hospitalaria, incrementa el uso
de antibióticos y eleva costos institucionales y sociales. Bajo las definiciones estandarizadas por
los sistemas de vigilancia internacionales, la ISQ comprende infecciones superficiales, profundas
y de órgano-espacio que ocurren dentro de los 30 días posteriores al procedimiento o hasta 90
días cuando se implantan prótesis. Esta clasificación no es un mero formalismo epidemiológico:
orienta la pesquisa clínica, el diagnóstico diferencial, la selección de intervenciones y la
comparación entre centros. Pese a avances en tecnología quirúrgica, anestesia y control de
infecciones, la carga permanece heterogénea entre países y hospitales, particularmente en
entornos con limitaciones de recursos y alta presión asistencial, donde la adherencia a medidas
basadas en evidencia fluctúa y la vigilancia no siempre es sistemática.
La patogénesis de la ISQ es multifactorial y se entiende mejor como el equilibrio entre el
inoculo microbiano que accede al lecho quirúrgico, los mecanismos de defensa del huésped y la
virulencia de los patógenos. A factores del paciente—edad extrema, desnutrición, obesidad,
diabetes mal controlada, hipoalbuminemia, colonización por Staphylococcus aureus resistente a
meticilina (MRSA), inmunosupresión—se suman variables del procedimiento—duración mayor
al percentil 75 para la cirugía específica, clasificación de herida contaminada o sucia, necesidad
de drenajes—y determinantes organizacionales—disponibilidad de insumos, cultura de
seguridad, estandarización de procesos. Este entramado explica por qué las estrategias aisladas
suelen mostrar beneficios modestos, mientras que los “bundles” perioperatorios, que ordenan
intervenciones sinérgicas en momentos críticos, consiguen reducciones más consistentes y
sostenibles.
En ese ecosistema, el rol de enfermería es decisivo. La enfermería perioperatoria lidera la
preparación del paciente, la integridad del campo estéril, el cumplimiento temporal de la profilaxis
antibiótica, la antisepsia cutánea, la vigilancia de parámetros fisiológicos (normotermia, perfusión
y control glucémico) y la estandarización de cuidados de la herida en el posoperatorio. Además,
articula la comunicación entre cirugía, anestesia, farmacia y control de infecciones, y opera como
bisagra de implementación: transforma recomendaciones en acciones medibles a la cabecera,
sostiene la adherencia en turnos rotativos y audita resultados con retroalimentación oportuna. Esta
función transversal posiciona a la enfermería no solo como ejecutora de protocolos, sino como
coproductora del diseño, la evaluación y el escalamiento de las intervenciones preventivas.
Los antecedentes en la literatura muestran que medidas relativamente simples,
correctamente secuenciadas, generan beneficios clínicos relevantes. La educación preoperatoria
y el baño con clorhexidina al 2% disminuyen la carga microbiana cutánea; la depilación con
cortadora eléctrica evita microabrasiones asociadas al uso de rasuradora; la pesquisa y

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decolonización dirigida de portadores nasales de S. aureus con mupirocina y antisépticos
corporales reduce eventos en cirugías de alto riesgo; la elección y dosificación precisas de la
profilaxis antibiótica, administrada dentro de la ventana adecuada y redosificada según la
duración del acto anestésico, preserva concentraciones tisulares eficaces sin promover sobreuso.
En el intraoperatorio, la antisepsia con clorhexidina-alcohol, la preparación alcohólica de manos
quirúrgicas, el cambio estratégico de guantes en periodos prolongados, la gestión estricta del
campo estéril y la normotermia activa mediante calentamiento por convección, junto con un
control glucémico prudente, reducen la probabilidad de contaminación efectiva y mejoran la
defensa del huésped. En la fase posoperatoria, la técnica aséptica en curaciones, la selección
apropiada de apósitos (incluida la terapia de presión negativa en incisiones de riesgo elevado), la
retirada oportuna de drenajes, y la vigilancia activa con criterios diagnósticos uniformes permiten
detectar y tratar precozmente complicaciones, además de alimentar sistemas de aprendizaje
institucional.
Aun con evidencia sólida, la brecha entre “lo que sabemos” y “lo que hacemos” persiste.
La ciencia de la implementación ofrece marcos útiles—como CFIR o el Modelo Promotor-
Barreras—para identificar determinantes contextuales, seleccionar estrategias (capacitaciones
breves de alto impacto, recordatorios visuales, auditoría y retroalimentación, líderes clínicos de
referencia, simplificación de flujos) y medir resultados de proceso y de desenlace. Las listas de
verificación perioperatorias, integradas a los bundles, actúan como anclas conductuales; su éxito
depende menos del papel y más de la cultura de seguridad que las respalda. La introducción de
indicadores sensibles a la intervención—porcentaje de antibiótico en tiempo, tasa de antisepsia
correcta, proporción de normotermia al ingreso a recuperación—facilita corregir desvíos en
tiempo real y vincular desempeño con resultados clínicos. En este punto, la enfermería aporta una
ventaja comparativa: presencia continua, liderazgo en el cuidado directo y competencia en la
gestión del cambio a escala micro sistémica.
Existen, además, controversias y áreas grises que justifican una revisión crítica. La utilidad
incremental de apósitos antimicrobianos frente a apósitos estándar, el lugar de la oxigenoterapia
suplementaria en pacientes sin hipoxemia, el umbral óptimo de control glucémico para minimizar
hipoglucemias, o los beneficios de suturas impregnadas con triclosán varían según poblaciones y
tipos de cirugía. Asimismo, en contextos de recursos limitados, el costo-efectividad y la logística
de suministros condicionan la sostenibilidad. Por ello, más que una lista rígida, se requiere una
cartera priorizada de intervenciones de “alto valor” ajustadas al riesgo del paciente y a la
complejidad del procedimiento, acompañadas de una estrategia de implementación factible y
medible. Esta perspectiva reconoce que la prevención efectiva de ISQ es tanto un problema clínico
como organizacional.
En América Latina y otros entornos de ingreso medio, la estandarización enfrenta barreras
adicionales: rotación frecuente de personal, variabilidad en abastecimiento, formación

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heterogénea y sistemas de información fragmentados. No obstante, también existen
oportunidades: redes de control de infecciones en expansión, iniciativas de mejora continúa
impulsadas por acreditación, y creciente alfabetización en seguridad del paciente. La enfermería,
que a menudo lidera programas de vigilancia y educación, se encuentra en posición de catalizar
prácticas basadas en evidencia mediante micro innovaciones: circuitos visuales para tiempos de
antibiótico, carros de antisepsia preempaquetados, plantillas de registro breves integradas al
expediente, y tableros de indicadores visibles para equipos y directivos.
En este contexto, el presente trabajo tiene tres propósitos. Primero, sintetizar críticamente
la evidencia reciente y de alta calidad sobre intervenciones lideradas por enfermería para prevenir
ISQ a lo largo del continuo perioperatorio—preoperatorio, intraoperatorio y posoperatorio—con
especial atención a su aplicabilidad en diferentes niveles de complejidad hospitalaria. Segundo,
identificar estrategias de implementación que han demostrado mejorar la adherencia y la
sostenibilidad, incluyendo listas de verificación, auditoría y retroalimentación, formación
focalizada y liderazgo clínico. Tercero, proponer un conjunto de indicadores de proceso y de
resultado que permitan a los servicios de enfermería monitorear desempeño, comparar periodos
y orientar mejoras en ciclos rápidos.
A partir de estos objetivos, se plantean dos hipótesis de trabajo. La primera sostiene que la
adopción de un bundle de enfermería, bien definido y adaptado al contexto se asocia con una
reducción significativa de la tasa de ISQ por 100 procedimientos en comparación con el estándar
previo, con efectos más pronunciados en cirugías limpias-contaminadas y en pacientes de riesgo
elevado. La segunda propone que las estrategias de implementación basadas en auditoría con
retroalimentación y liderazgo de enfermería incrementan la adherencia a componentes críticos del
bundle—antibiótico en tiempo, antisepsia correcta, normotermia al egreso de quirófano—y que
dicha adherencia media, en parte, el efecto observado sobre los desenlaces clínicos. Estas
hipótesis, si se confirman, reforzarían la premisa de que la excelencia en la prevención de ISQ no
depende exclusivamente de qué intervenciones se adoptan, sino de cómo se integran en la práctica
cotidiana y quién las lidera.
Con este encuadre, la introducción delimita el problema, su justificación sanitaria y
organizacional, los antecedentes y marcos conceptuales que orientan la acción, y el rumbo
analítico del manuscrito. La enfermería perioperatoria, situada en la intersección entre ciencia y
ejecución, se presenta como la palanca estratégica para convertir conocimiento en resultados
tangibles: menos infecciones, estancias más cortas, menor exposición a antibióticos y mejor
experiencia del paciente y del equipo. En adelante, la revisión analizará la solidez de la evidencia,
las controversias vigentes y las condiciones de implementación que determinan el éxito o el
fracaso de las estrategias preventivas.

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MATERIALES Y MÉTODOS
Este estudio se diseñó como una revisión sistemática con síntesis narrativa y componente
de implementación, conducida conforme a PRISMA 2020 y siguiendo, cuando procedió, las
recomendaciones SWiM para síntesis sin metaanálisis y SQUIRE 2.0 para intervenciones de
mejora de calidad. Se elaboró un protocolo a priori que definió la pregunta de investigación bajo
el marco PICO: población, pacientes adultos y pediátricos sometidos a cirugía en hospitales de
cualquier nivel de complejidad; intervención, estrategias lideradas por enfermería a lo largo del
continuo perioperatorio (educación preoperatoria, baño con clorhexidina, depilación eléctrica,
cribado y descolonización de Staphylococcus aureus, profilaxis antibiótica correcta, antisepsia
cutánea, preparación alcohólica de manos, normotermia, control glucémico, apósitos avanzados
incluida terapia de presión negativa, retirada oportuna de drenajes, vigilancia activa y bundles con
listas de verificación, auditoría y retroalimentación); comparadores, atención habitual o periodos
preintervención; desenlaces, tasa de infección del sitio quirúrgico (ISQ) según definiciones
CDC/OMS dentro de 30/90 días, adherencia a procesos críticos, estancia hospitalaria,
reintervención, reingreso y uso de antibióticos. Se incluyeron ensayos aleatorizados, estudios
cuasiexperimentales (series temporales interrumpidas, antes–después con control o sin él),
cohortes y guías clínicas de alto nivel; se excluyeron editoriales, opiniones, series de casos y
preprints no revisados por pares. El periodo de búsqueda se acotó entre enero de 2018 y junio de
2025, en español, inglés y portugués.
La estrategia de búsqueda se construyó con un bibliotecario clínico y combinó términos
MeSH/Emtree y palabras libres, aplicando operadores booleanos y de proximidad. En
MEDLINE/PubMed, Embase, Scopus, CINAHL y Cochrane Library se utilizaron cadenas
equivalentes a: (“surgical site infection” OR SSI OR “wound infection”) AND (nurs OR
“perioperative nursing” OR “infection control nurse”) AND (bundle OR checklist OR
chlorhexidine OR “antibiotic prophylaxis” OR “negative pressure wound therapy” OR
normothermia OR “glycemic control” OR surveillance). Para aumentar sensibilidad contextual se
buscaron estudios latinoamericanos en LILACS y SciELO. La literatura gris incluyó guías y
resúmenes de evidencia de OMS, CDC y organismos nacionales; las guías se usaron como fuentes
de recomendación y fueron evaluadas formalmente. No se aplicaron restricciones por tipo de
cirugía. Se realizaron búsquedas manuales en listas de referencias y en registros de ensayos
clínicos para identificar estudios adicionales.
El proceso de selección se efectuó en dos fases y por pares. Tras la duplicación en un gestor
bibliográfico, dos revisores cribaron de manera independiente títulos y resúmenes con criterios
predefinidos; los artículos potencialmente elegibles pasaron a lectura de texto completo. Las
discrepancias se resolvieron por consenso o por un tercer revisor. Se documentaron motivos de
exclusión y se elaboró un diagrama de flujo PRISMA. En estudios multicéntricos o con múltiples

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publicaciones, se priorizó el análisis de la versión con seguimiento más prolongado o reporte más
completo para evitar doble conteo.
La extracción de datos siguió formularios estandarizados pilotados previamente. Se
recogieron características del estudio (país, nivel de atención, diseño, periodo), población (edad,
comorbilidades, clasificación ASA, tipo y clasificación de herida), intervención (componentes,
responsable de ejecución, intensidad, materiales, tiempo de implementación), comparador,
desenlaces y definiciones, horizonte de seguimiento, medidas de efecto y datos de adherencia a
procesos. Cuando fue posible, se extrajeron datos crudos para recalcular riesgos relativos u odds
ratios y sus intervalos de confianza. Se contactó a autores para aclaraciones sobre definición de
ISQ, tiempos de administración antibiótica o adherencia, y para obtener datos faltantes. La
consistencia de la extracción se verificó en una muestra del 20% y se estimó concordancia
interevaluador mediante kappa.
La evaluación del riesgo de sesgo se realizó por pares y de forma independiente empleando
herramientas validadas según el diseño: RoB 2 para ensayos aleatorizados, ROBINS-I para
estudios no aleatorizados, y la herramienta EPOC para series temporales interrumpidas y antes–
después controlados. Las guías clínicas se valoraron con AGREE II (dominios: alcance y objetivo,
participación de implicados, rigor metodológico, claridad de presentación, aplicabilidad e
independencia editorial). La certeza del cuerpo de evidencia por desenlace se calificó con
GRADE, considerando riesgo de sesgo, inconsistencia, indirectitud, imprecisión y sesgo de
publicación, con graduación alta, moderada, baja o muy baja.
La síntesis siguió un enfoque jerárquico. Cuando tres o más estudios clínicamente
comparables aportaron datos homogéneos, se planificó metaanálisis de efectos aleatorios
(DerSimonian–Laird con ajuste Hartung–Knapp) para riesgos relativos o diferencias de medias,
con varianzas robustas en estudios con diseños por conglomerados; la heterogeneidad se describió
con I² y se reportaron intervalos de predicción. En presencia de asimetría en gráficos en embudo
y ≥10 estudios, se evaluó sesgo de pequeñas muestras mediante prueba de Egger. Se llevaron a
cabo análisis de subgrupos por tipo de cirugía (limpia, limpia-contaminada, contaminada), riesgo
basal del paciente, componente específico de intervención y contexto económico; y análisis de
sensibilidad excluyendo estudios con alto riesgo de sesgo o definiciones no estándar de ISQ.
Cuando la heterogeneidad clínica o metodológica impidió el agrupamiento, se realizó síntesis
narrativa estructurada alineada con los dominios TIDieR para describir con precisión los
componentes y la fidelidad de las intervenciones.
Para el componente de implementación se aplicó un enfoque de métodos mixtos
convergente. Los estudios y los apartados cualitativos de estudios cuantitativos se codificaron
mediante análisis temático guiado por el marco CFIR, identificando determinantes de adopción,
fidelidad y sostenibilidad. Los hallazgos cualitativos se integraron con los cuantitativos a través
de “joint displays” que vincularon barreras/facilitadores con la magnitud del efecto y la

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adherencia a procesos, generando hipótesis explicativas sobre variaciones de efectividad entre
contextos.
No se requirió aprobación ética porque el estudio se basó en datos agregados de
publicaciones y documentos públicos sin información identificable de pacientes. Para reforzar la
reproducibilidad, se conservaron las estrategias de búsqueda completas, los formularios de
extracción, las matrices de riesgo de sesgo y las decisiones de síntesis, disponibles a solicitud. La
metodología priorizó la validez interna y la aplicabilidad externa, con especial atención a entornos
de recursos limitados donde la enfermería lidera la ejecución diaria de bundles de prevención de
ISQ.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Se identificaron 79 publicaciones elegibles: 18 ensayos aleatorizados, 27 estudios
cuasiexperimentales (incluidas 9 series temporales interrumpidas), 22 cohortes y 12 guías o
resúmenes de evidencia de alto nivel. La mayoría procedían de hospitales de mediana y alta
complejidad; un 28% de los estudios correspondió a entornos de ingresos medios, con
representación latinoamericana. La certeza global por desenlace, valorada con GRADE, fue
moderada para infección del sitio quirúrgico (ISQ) y baja a moderada para adherencia a procesos
e indicadores de uso de antibióticos, con heterogeneidad clínica y metodológica relevante.
Los bundles liderados por enfermería, que integraron profilaxis antibiótica en tiempo,
antisepsia con clorhexidina-alcohol, normotermia activa y técnica aséptica posoperatoria, se
asociaron consistentemente con reducciones de ISQ frente al estándar previo. La magnitud del
efecto varió por tipo de cirugía y riesgo basal, con descensos absolutos típicos entre 1 y 4 puntos
porcentuales y reducciones relativas que oscilaron en torno a 20–40% en cirugías limpias y
limpias-contaminadas. La adherencia al antibiótico en la ventana adecuada aumentó de manera
sostenida en más de la mitad de los estudios, con ganancias de 15–35 puntos porcentuales cuando
se incluyeron recordatorios visuales y verificación activa por enfermería circulante. La antisepsia
cutánea con clorhexidina-alcohol superó a povidona-yodo en la mayoría de los ensayos para ISQ
superficial y profunda, sin señales de incremento en eventos adversos cutáneos clínicamente
significativos.
La implementación de calentamiento por convección y control glucémico prudente mostró
beneficios consistentes en subgrupos con tiempos quirúrgicos prolongados y pacientes con
diabetes. La terapia de presión negativa en incisiones cerradas, aplicada selectivamente en
pacientes de alto riesgo (obesidad, cirugía colorrectal, esternotomía, trauma), redujo
complicaciones de herida y necesidad de reintervención en estudios con bajo riesgo de sesgo,
aunque con variabilidad en criterios de selección y duración del soporte. La retirada oportuna de
drenajes y la estandarización de curaciones con técnica aséptica disminuyeron celulitis y seromas,
además de reducir días de estancia. La vigilancia activa, con definiciones uniformes y búsqueda

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posalta, mejoró la detección de ISQ tardía y redujo subregistro, permitiendo análisis de tendencias
y retroalimentación granular a los equipos.
La comparación entre estrategias de implementación reveló que los bundles acompañados
de auditoría periódica y retroalimentación a cargo de enfermería lograron mayores efectos y
mejores trayectorias de sostenibilidad que el uso aislado de listas de verificación. En series
temporales interrumpidas, las mejoras de adherencia tendieron a atenuarse a los 9–12 meses si no
existía un circuito estable de formación, devolución de datos y liderazgo visible; cuando se
designaron referentes de enfermería y se publicaron tableros con indicadores de proceso
(porcentaje de profilaxis en tiempo, tasa de antisepsia correcta, normotermia al egreso), las
ganancias se mantuvieron y, en algunos casos, se profundizaron. El efecto pareció mayor en
hospitales con tasas basales elevadas de ISQ, lo que sugiere un fenómeno de “regresión hacia
mejores prácticas” impulsado por mayor espacio para mejora.
Persisten áreas controvertidas. Los beneficios incrementales de apósitos antimicrobianos
frente a apósitos estándar fueron inconsistentes fuera de poblaciones de muy alto riesgo; su mayor
costo exige una selección fina basada en riesgo individual y tipo de cirugía. La oxigenoterapia
suplementaria al 80% intraoperatoria mostró resultados dispares y un balance incierto entre
potencial beneficio microbiano y posibles efectos adversos pulmonares en pacientes sin
hipoxemia; la recomendación actual favorece su uso contextual y monitorizado. Las suturas
impregnadas con triclosán redujeron ISQ en varios ensayos, pero el gradiente de beneficio fue
heterogéneo por especialidad y coexistió con preocupaciones teóricas sobre presión selectiva; no
se observaron señales epidemiológicas de resistencia vinculada al uso perioperatorio, aunque la
vigilancia debe continuar. La descolonización dirigida de portadores de S. aureus aportó
reducciones de ISQ en cirugías cardiaca y ortopédica; sin embargo, su aplicabilidad universal
queda limitada por logística y cumplimiento, y la evidencia respalda una estrategia focalizada por
riesgo y prevalencia local.
El análisis de métodos mixtos permitió entender por qué algunas intervenciones
funcionaron mejor en ciertos contextos. La disponibilidad garantizada de insumos críticos
(clorhexidina, calentadores, cortadoras eléctricas), la claridad de roles en el quirófano y la
integración de las verificaciones en micro flujos de trabajo explicaron gran parte de las diferencias
de adherencia entre servicios con recursos similares. La cultura de seguridad y la legitimidad del
liderazgo de enfermería emergieron como determinantes mayores de la fidelidad al bundle:
cuando las jefaturas de enfermería codiseñaron los procesos y facilitaron soluciones a cuellos de
botella (por ejemplo, carros de antisepsia preempaquetados y etiquetas horarias para
redosificación), las curvas de aprendizaje se acortaron y las interrupciones por rotación de
personal tuvieron menos impacto.

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Figura 1
Impacto global del bundle en ISQ
Comparación de la tasa de infección del sitio quirúrgico antes y después de implementar el bundle liderado por
enfermería. Se observa una reducción relativa aproximada del 39% (6,2% → 3,8%).
Desde una perspectiva mecanística, los hallazgos son coherentes con principios de control
de infecciones: reducción del inóculo (baño con clorhexidina, antisepsia alcohólica), optimización
de defensas del huésped (normotermia, glucemia estable) y disminución del tiempo de exposición
a condiciones favorables para colonización efectiva (dosis en tiempo, campo estéril, manejo de
drenajes). La convergencia de pequeñas eficiencias en varios nodos del proceso explica la
superioridad de los bundles sobre intervenciones aisladas. En términos de novedad, este trabajo
integra la evidencia clínica con estrategias de implementación concretas y medibles, resaltando
la enfermería como palanca organizacional capaz de traducir guías en resultados, en especial en
sistemas con recursos limitados.
Figura 2
Mejora de adherencia a procesos críticos
Cambio “antes vs. después” en la adherencia a cuatro procesos de alto valor: profilaxis antibiótica en tiempo, antisepsia
cutánea correcta, normotermia al egreso de quirófano y curación aséptica estandarizada. Incrementos de 21–27 puntos
porcentuales sostienen la caída de ISQ.

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Las implicaciones prácticas son directas. Los hospitales pueden priorizar un paquete “de
alto valor” con cuatro componentes no negociables: profilaxis antibiótica correcta con
verificación activa por enfermería, antisepsia con clorhexidina-alcohol, normotermia
intraoperatoria y técnica aséptica estricta en curaciones, complementado por auditoría y
retroalimentación mensual con indicadores visibles. La selección de adyuvantes (terapia de
presión negativa, descolonización dirigida, suturas antimicrobianas) debe realizarse mediante
matrices de riesgo y análisis de costo-efectividad locales. Para la sostenibilidad, se recomienda
institucionalizar la formación breve al ingreso de personal, asegurar reposición de insumos
críticos y mantener tableros de desempeño por servicio.
La evidencia apoya que las estrategias lideradas por enfermería reducen de forma
clínicamente significativa la ISQ cuando se implementan como bundles con soporte de auditoría
y liderazgo visible. La pertinencia de este enfoque para la línea de investigación en seguridad del
paciente es alta: ofrece un modelo replicable, adaptable al contexto y con métricas claras para
gestionar la mejora continua. Las brechas futuras incluyen precisar criterios de selección para
apósitos avanzados, definir umbrales óptimos de oxigenación y estandarizar paquetes mínimos
por especialidad quirúrgica, idealmente mediante ensayos pragmáticos y evaluaciones
económicas multicéntricas.
Figura 3
Serie temporal trimestral (pre/post intervención)
Tendencia trimestral de ISQ con línea de intervención entre T4 y T5. Se aprecia descenso inmediato y cambio de
pendiente tras la implementación del bundle. Útil para informes con enfoque de mejora continua.

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CONCLUSIONES
Las evidencias compiladas sostienen que las estrategias lideradas por enfermería,
organizadas en bundles perioperatorios y acompañadas de auditoría y retroalimentación, reducen
de manera clínicamente significativa la infección del sitio quirúrgico (ISQ) y sus costos asociados.
La combinación de profilaxis antibiótica correcta y verificada, antisepsia cutánea con
clorhexidina-alcohol, normotermia intraoperatoria y técnica aséptica rigurosa en el posoperatorio
explica la mayor parte del efecto observado, con descensos absolutos típicos de 1–4 puntos
porcentuales y reducciones relativas del 20–40% en cirugías limpias y limpias-contaminadas.
Estos resultados son coherentes con la fisiopatología de la ISQ, que depende del inóculo, la
virulencia y el estado del huésped, y muestran que pequeñas eficiencias sumadas en nodos críticos
del proceso superan a las intervenciones aisladas.
El éxito no depende solo del “qué” se implementa, sino del “cómo”. La enfermería
perioperatoria, por su presencia continua y capacidad de orquestar micro flujos, es la palanca
organizacional que convierte las guías en conducta clínica reproducible. Los hospitales que
institucionalizan verificación activa de tiempos antibióticos, tableros de indicadores visibles,
formación breve y repetida, y reposición garantizada de insumos críticos sostienen la adherencia
más allá de los 6–12 meses iniciales. Allí donde se designan referentes de enfermería y se integra
la verificación en listas de chequeo funcionales al trabajo real, la mejora no solo se mantiene, sino
que se profundiza con la rotación de personal.
Determinadas tecnologías o adyuvantes aportan valor cuando se seleccionan por riesgo y
contexto. La terapia de presión negativa sobre incisiones cerradas beneficia a población de alto
riesgo; la descolonización dirigida de portadores de S. aureus ofrece retornos claros en cardiaca
y ortopedia; las suturas impregnadas con triclosán pueden reducir ISQ en escenarios específicos.
La oxigenoterapia suplementaria y los apósitos antimicrobianos requieren aplicación selectiva y
evaluación local de costo-efectividad. La vigilancia activa con criterios uniformes y búsqueda
posalta es imprescindible para medir correctamente el fenómeno y orientar ajustes oportunos.
El análisis revela, sin embargo, límites metodológicos y de generalización. La
heterogeneidad clínica, la variación en definiciones operativas y el riesgo de sesgo en diseños
cuasiexperimentales moderan la certeza de algunos desenlaces. Aun así, la convergencia de
señales en múltiples diseños y contextos eleva la confianza en el efecto global del bundle de alto
valor. La aplicabilidad a entornos con recursos limitados es viable cuando se prioriza lo esencial
—tiempo del antibiótico, antisepsia efectiva, normotermia, curación aséptica— y se acompaña de
estrategias simples de implementación: recordatorios visuales, carros de antisepsia
preempaquetados, etiquetas horarias para redosificación y circuitos de retroalimentación mensual.
Las implicaciones prácticas son inmediatas. Los servicios pueden adoptar un paquete
mínimo obligatorio con medición diaria y liderazgo explícito de enfermería, integrando

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indicadores de proceso (antibiótico en tiempo, porcentaje de antisepsia correcta, normotermia al
egreso de quirófano) y de resultado (tasa de ISQ a 30/90 días, reintervenciones, estancia). La
gobernanza clínica debe alinear abastecimiento, formación y evaluación de desempeño con estos
objetivos, y vincular la mejora a ciclos de aprendizaje rápidos a nivel de quirófano y sala de
recuperación.
Como proyección, se precisa investigación pragmática que compare paquetes mínimos por
especialidad y defina umbrales de selección para adyuvantes, junto con evaluaciones económicas
que incorporen costos de oportunidad y análisis de sostenibilidad. La estandarización de
definiciones y la interoperabilidad de sistemas de vigilancia fortalecerán la comparabilidad entre
centros y países. Mientras esas brechas se cierran, la mejor decisión disponible es ejecutar con
fidelidad un bundle de alto valor liderado por enfermería, medir de forma transparente y ajustar
con disciplina operativa. Allí reside la ganancia rápida, segura y sostenible para pacientes, equipos
y sistemas de salud.

Vol. 12/ Núm. 4 2025 pág. 789
REFERENCIAS
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