Vol. 12/ Núm. 4 2025 pág. 947
https://doi.org/
10.69639/arandu.v12i4.1715
Estrategias de enfermería claves para la seguridad y gestión
de riesgo en el paciente crítico: a propósito de un caso

Key Nursing Strategies for Safety and Risk Management in the Critically Ill Patient: A
Case-Based Approach

Tatiana Rocío Monta Gómez

tmonta64@gmail.com

https://orcid.org/0009-0009-0542-3057

Universidad Central del Ecuador

Ecuador Quito

Silvana Paola Aguilar Arias

silvana.aguilar5@gmail.com

https://orcid.org/0009-0006-3768-1622

Universidad Central del Ecuador

Ecuador Quito

Artículo recibido: 18 septiembre 2025 -Aceptado para publicación: 28 octubre 2025

Conflictos de intereses: Ninguno que declarar.

RESUMEN

Describimos la aplicación integrada de estrategias de enfermería para seguridad del paciente y
gestión de riesgos en una Clínica de Especialidades de Ecuador, a propósito de un caso crítico
adulto con ventilación mecánica por choque séptico de origen respiratorio. Al ingreso se realizó
evaluación estructurada de riesgos (úlceras por presión, caídas, fármacos de alto riesgo) y se
activaron bundles de UCI. Las acciones incluyeron: elevación cefálica 3045°, higiene oral
programada, interrupción diaria de sedación y prueba de respiración espontánea; prevención de
bacteriemia y de infección urinaria asociada a catéter mediante técnica aséptica, curaciones
estandarizadas y revisión diaria de indicación; vigilancia de analgesia-sedación con metas RASS
y tamizaje de delirium con CAM-ICU; movilización temprana progresiva; conciliación y doble
verificación de medicamentos de alto alerta; comunicación clínica con formato SBAR y
participación familiar para prevenir delirium. Se monitorizaron indicadores de proceso y eventos
adversos durante la estancia en UCI. El paciente completó destete ventilatorio programado y
egresó de UCI sin registro de neumonía asociada a ventilación, bacteriemia relacionada a catéter,
caídas o lesiones por presión. Este caso muestra la factibilidad de un paquete liderado por
enfermería, basado en listas de verificación y medición diaria, para operacionalizar la seguridad
y la gestión de riesgos en entornos latinoamericanos y ofrece un marco transferible para
protocolos locales y formación continua.

Palabras clave: enfermería crítica, seguridad del paciente, gestión de riesgos, bundles de
uci, caso clínico
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ABSTRACT

We report the integrated implementation of nursing strategies for patient safety and risk
management in a Specialty Clinic in Ecuador, illustrated by an adult critical case requiring
mechanical ventilation for septic shock of respiratory origin. On admission, structured risk
assessment (pressure injury, falls, high-alert medications) triggered ICU bundles. Actions
included head-of-bed elevation to 3045°, scheduled oral hygiene, daily sedation interruption
with spontaneous breathing trials; prevention of catheter-related bloodstream and urinary
infections through aseptic technique, standardized dressings, and daily device-necessity review;
analgesiasedation monitoring targeting RASS with delirium screening using CAM-ICU;
progressive early mobilization; medication reconciliation with independent double-checks for
high-alert drugs; SBAR-based handoffs and family engagement to mitigate delirium. Process
indicators and adverse events were tracked throughout the ICU stay. The patient underwent
planned ventilator weaning and was discharged from ICU with no documented ventilator-
associated pneumonia, catheter-related bloodstream infection, falls, or pressure injuries. This case
illustrates the feasibility of a nursing-led, checklist-driven bundle to operationalize safety and risk
management in Latin American settings and provides a transferable framework for local protocols
and continuous training.

Keywords: critical care nursing, patient safety, risk management, icu bundles, case report

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INTRODUCCIÓN

La seguridad del paciente crítico no es un eslogan sino un sistema de trabajo: un conjunto
de decisiones, rutinas y verificaciones que convierte una UCI en un lugar predecible pese a la
incertidumbre clínica. En las unidades de cuidados intensivos, la elevada complejidad diagnóstica
y terapéutica, la exposición constante a dispositivos invasivos y a fármacos de alto riesgo, y la
necesidad de intervenciones en tiempos muy acotados incrementan de forma considerable la
probabilidad de eventos adversos prevenibles. En ese escenario, el equipo de enfermería ocupa
una posición estratégica: permanece al pie de la cama, coordina los flujos de información, ejecuta
la mayor parte de las medidas de prevención y, sobre todo, detecta a tiempo las variaciones sutiles
que anticipan el daño.

América Latina, y Ecuador en particular, comparten desafíos adicionales: variabilidad en
la disponibilidad de recursos, rotación frecuente de personal, disparidad en la estandarización de
procesos, y carga creciente de sepsis, neumonía asociada a ventilación, bacteriemias relacionadas
a catéter y lesiones por presión. Aunque existen guías y paquetes de medidas (bundles) validadas
en contextos internacionales, su adopción exitosa requiere adaptación local, formación continua
y una cultura explícita de seguridad que trascienda la simple “lista de chequeo”. Por ello, las
experiencias contextualizadassobre todo las que describen cómo una UCI concreta
operacionaliza la seguridad en el día a díaaportan un valor práctico que los lectores pueden
trasladar a sus propios servicios.

Este trabajo se enmarca en esa lógica aplicada. Presentamos, a propósito de un caso
atendido en una Clínica de Especialidades en Ecuador, la implementación integrada de estrategias
de enfermería orientadas a seguridad del paciente y gestión de riesgos. La aproximación combina
tres pilares: (1) evaluación estructurada de riesgos al ingreso y en reevaluaciones programadas;
(2) ejecución disciplinada de bundles basados en evidencia para dispositivos y procesos críticos;
y (3) medición diaria con retroalimentación breve al equipo para sostener la adherencia. Aunque
el detonante es un caso clínico realun adulto con choque séptico de probable origen respiratorio
que requirió ventilación mecánica, el foco del manuscrito no es el desenlace fisiopatológico del
cuadro, sino el “cómo” del cuidado seguro: qué se midió, cómo se decidió, quién validó cada paso
y qué barreras se identificaron.

Entre las estrategias consideradas se incluyen elementos ampliamente aceptados:
elevación de la cabecera de la cama entre 3045°, higiene oral programada con antiséptico según
protocolo institucional, interrupciones diarias de sedación y pruebas de respiración espontánea,
prevención de infecciones asociadas a catéter vascular y urinario mediante técnica aséptica y
revisión cotidiana de la indicación, movilización temprana progresiva, conciliación de
medicamentos y doble verificación independiente para fármacos de alto alerta. En paralelo, se
aplicaron herramientas de evaluación clínica que estandarizan el lenguaje del equipo: metas de
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sedación con RASS, tamizaje de delirium con CAM-ICU, escalas de riesgo para lesiones por
presión, y una comunicación estructurada durante los relevos y las interconsultas utilizando el
formato SBAR. Este andamiaje técnico se acompañó de acciones de cultura de seguridad:
declaración explícita de objetivos diarios al pie de cama, revisión de indicadores de proceso en
pases breves, y participación de la familia como intervención no farmacológica para prevenir
delirium y favorecer la recuperación funcional.

La justificación del estudio es doble. En primer lugar, la literatura regional continúa
reportando brechas de implementación: aun cuando las recomendaciones son conocidas, su
ejecución es irregular, lo que sugiere que el problema no es solamente “qué hacer”, sino “cómo
lograr que ocurra siempre”. Describir con precisión un modelo de trabajo liderado por enfermería,
con listas de verificación breves y medición de adherencia, puede ofrecer a otras instituciones un
mapa de ruta realista. En segundo lugar, los estudios centrados en procesos, especialmente en
entornos con limitaciones de recursos, generan un tipo de evidencia pragmática que ayuda a los
equipos a priorizar esfuerzos: qué medidas nucleares no deben fallar y cómo asegurar su
repetibilidad en turnos y fines de semana.

Este informe aporta además un contexto organizacional que suele omitirse: perfil de la
unidad, dotación y mezcla de competencias del equipo, materiales disponibles, y pequeños ajustes
que permitieron la adopción (por ejemplo, estandarizar el set de curación de catéter en un “kit
único”, o integrar el check de sedación y delirium a la misma tarjeta de objetivos diarios). El caso
sirve como hilo conductor para mostrar la secuencia temporal de decisiones y la trazabilidad de
cada intervención mediante notas de enfermería y registros de verificación. Lejos de presentar
una “UCI ideal”, se documentan también las fricciones: tiempos de espera para insumos,
necesidad de recalibrar el plan cuando cambió la condición del paciente, y cómo se resolvieron
las discrepancias entre turnos manteniendo la seguridad como criterio de desempate.

El marco conceptual adoptado articula la gestión de riesgos en cuatro momentos:
identificación (mapa de riesgos clínicos al ingreso), análisis (priorización por probabilidad-
impacto y vulnerabilidad), control (implementación de barreras preventivas y detectivas) y
monitoreo (indicadores de proceso y resultados, con retroalimentación). La hipótesis de trabajo
sostiene que un paquete de medidas liderado por enfermería, checklist-dirigido y medido
diariamente, es factible en un entorno latinoamericano y se asocia con menor ocurrencia de
eventos adversos rastreables (neumonía asociada a ventilación, bacteriemia relacionada a catéter,
infección urinaria asociada a catéter, caídas y lesiones por presión), además de favorecer el destete
ventilatorio oportuno y la continuidad del plan de cuidados.

En consecuencia, los objetivos del estudio son: objetivo principal, describir la
implementación integrada de estrategias de seguridad y gestión de riesgos lideradas por
enfermería en un paciente crítico y documentar su adherencia y resultados inmediatos; objetivos
secundarios, (a) detallar los componentes del bundle aplicado y su adaptación al contexto local;
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(b) identificar barreras y facilitadores operativos relevantes para su sostenibilidad; y (c) proponer
un formato de indicadores mínimos y de retroalimentación rápida replicable por otras unidades.
Al presentar un caso índice con trazabilidad completa, aspiramos a ofrecer un modelo exportable:
suficientemente específico para guiar la práctica diaria y, al mismo tiempo, lo bastante flexible
para ajustarse a la realidad de distintas UCIs del país.

Con este enfoque, el presente manuscrito no pretende zanjar debates teóricos, sino
mostrar un camino operativo donde la enfermeríadesde su posición continua al lado del
paciente y su rol articulador del equipoconduce la seguridad a través de pequeñas acciones
repetibles, medibles y enseñables. Esa es, en última instancia, la promesa práctica de la gestión
de riesgos en cuidados críticos: transformar la variabilidad inevitable de la clínica en procesos
confiables que protejan al paciente y mantengan alineado al equipo.

PRESENTACIÓN DE CASO CLÍNICO

Paciente femenina de 65 años, atendida en una Clínica de Especialidades de Ecuador,
remitida por disnea progresiva de 48 horas, fiebre y deterioro hemodinámico en el contexto de
cuadro respiratorio alto reciente. Al arribo a la sala de reanimación presenta TA 84/52 mmHg
(PAM 63 mmHg), FC 112 lpm, FR 28 rpm, T 38,5 °C y SpO₂ 88 % al aire ambiente, con uso de
músculos accesorios y estertores crepitantes bibasales. Se canaliza acceso venoso periférico de
gran calibre, se inicia reanimación con cristaloides balanceados y antibióticos de amplio espectro
dirigidos a neumonía comunitaria grave mientras se activa protocolo de sepsis. La radiografía de
tórax muestra consolidaciones alveolares multilobares con broncograma aéreo predominantes en
lóbulos inferiores; la TAC de tórax de alta resolución confirma patrón de neumonía multilobar
sin derrame pleural significativo, compatible con SDRA en fase temprana. Los gases arteriales en
oxigenoterapia de alto flujo (FiO₂ 0,6) reportan pH 7,28, pCO₂ 34 mmHg, pO₂ 80 mmHg, HCO₃⁻
15 mmol/L, lactato 3,8 mmol/L, con PAFI 133, indicativo de hipoxemia moderada. El panel
analítico inicial evidencia leucocitos 18 600/μL (89 % neutrófilos), PCR 240 mg/L, procalcitonina
5,2 ng/mL, sodio 132 mmol/L, potasio 4,7 mmol/L, creatinina 1,7 mg/dL con TFG CKD-EPI 38
mL/min/1,73 m², bilirrubina total 1,2 mg/dL, plaquetas 165 000/μL y hemoglobina 12,1 g/dL. Se
obtienen hemocultivos y cultivo de aspirado traqueal posterior a la intubación orotraqueal por
fracaso de oxigenoterapia no invasiva.

La evaluación de gravedad objetiva clasifica un shock séptico de probable origen
respiratorio con disfunción multiorgánica incipiente. El SOFA calculado a las 6 h (respiratorio 2
por PAFI 133; coagulación 0 con plaquetas >150 000/μL; hepático 01 con BT 1,2 mg/dL;
cardiovascular 34 por necesidad de norepinefrina 0,10 μg/kg/min para mantener PAM ≥65
mmHg; neurológico 1 con GCS 14 por somnolencia reactiva; renal 12 por creatinina 1,7
mg/dL/TFG 38) suma 10 puntos, con mortalidad hospitalaria estimada en el rango 3550 % según
curvas publicadas. El APACHE II al ingreso es 24 puntos (edad 5; variables fisiológicas: TA,
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temperatura, oxigenación y pH; GCS 14; sin comorbilidad crónica mayor documentada), con
mortalidad predicha aproximada del 4045 % en cohortes históricas. La gasometría y el lactato
respaldan hipoperfusión tisular pese a fluidoterapia inicial, por lo que se escalona soporte
vasopresor y ventilación mecánica protectora (Vt 6 mL/kg de peso predicho, PEEP titulada por
tabla ARDS y driving pressure <15 cmH₂O), junto a control temprano de fuente infecciosa y
optimización hemodinámica guiada por metas.

Con base en la presentación clínica, la respuesta inflamatoria, los hallazgos
imagenológicos y la inestabilidad hemodinámica, el diagnóstico sindrómico es neumonía
adquirida en la comunidad grave con evolución a SDRA moderado y shock séptico; el diagnóstico
presuntivo etiológico inicial se orienta a neumonía bacteriana multilobar, con cobertura empírica
ajustada a epidemiología local y riesgo de patógenos atípicos hasta disponer de microbiología. Se
descartan inicialmente focos extrapulmonares evidentes; el uroanálisis y el cultivo urinario son
negativos, y no hay signos de foco abdominal o de tejidos blandos. Se prioriza un mapa de riesgos
inmediato por condición crítica (ventilación mecánica, catéter vascular, sonda urinaria, sedación
y delirium, inmovilidad y medicamentos de alto alerta), que ordena la estrategia de enfermería y
la verificación diaria. La trazabilidad de datos clínicos, hemodinámicos y de soporte permite
anclar la evolución posterior y la medición de resultados clínicos y de seguridad del cuidado.

Intervenciones en enfermería

La intervención de enfermería se estructuró desde un mapa de riesgos inicial, elaborado
en las primeras dos horas de ingreso y reevaluado por turno, que priorizó los dominios con mayor
probabilidad e impacto de daño: ventilación mecánica (neumonía asociada a ventilación, VAP),
dispositivos vasculares (bacteriemia relacionada a catéter, CLABSI), sonda urinaria (CAUTI),
delirium/sedación, integridad cutánea y eventos por medicamentos de alto alerta. Para esta
paciente de 65 años, con SDRA moderado y soporte vasopresor, se clasificó “riesgo crítico” a
VAP y CLABSI por la exposición a ventilación y catéter venoso central; “alto” a CAUTI por
necesidad de monitorización de diuresis; y “alto” a delirium por sepsis, edad y uso de sedación.
La priorización guio la secuencia de acciones y la frecuencia de verificación, y quedó visible en
la tarjeta de objetivos diarios al pie de cama. La enfermera de cama ejecutó y registró; la líder de
turno validó adherencia y la retroalimentó en micro-briefings; el terapeuta respiratorio y el médico
tratante codiseñaron metas ventilatorias y hemodinámicas.

Para el bundle de VAP, se mantuvo elevación cefálica 3045°, higiene oral programada
conforme a protocolo institucional, interrupción diaria de sedación con prueba de respiración
espontánea (SBT) cuando los parámetros lo permitieron, succión cerrada y manejo de secreciones
con técnica estéril, y verificación de presión de neumotaponamiento dentro de rango seguro. La
enfermera registró cabecera y cuidado oral por turno, consignó cada ventana de sedación y SBT
en la hoja ventilatoria, y el terapeuta respiratorio validó los criterios de seguridad antes de iniciar
SBT. La adherencia se consolidó en porcentaje/día con denominador “días-ventilación” y se
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reportó en pase clínico. Para CLABSI, la inserción se realizó con barrera máxima y antiséptico
alcohólico; en mantenimiento se usaron apósitos estandarizados, cambio según vigencia o
suciedad, conectores sin aguja y fricción alcohólica en cada acceso. La enfermera verificó fecha
de inserción, estado del sitio y vigencia del apósito en cada turno; la necesidad del catéter se
revisó diariamente en la tarjeta de objetivos con criterio “retirar si no agrega valor clínico”. El
denominador fue “días-catéter”.

En CAUTI, se preservó sistema cerrado, fijación adecuada y drenaje por gravedad;
higiene perineal diaria y evaluación estricta de indicación, con intento de retirar la sonda en cuanto
la estabilidad hemodinámica y el monitoreo alternativo lo permitieron. La enfermera documentó
balance hídrico horario y marcó la “alarma de revisión” de indicación cada 24 horas; el
denominador fue “días-sonda”. Respecto a sedación, analgesia y delirium, se adoptó
analgosedación ligera dirigida a RASS −1 a 0, con vigilancia de dolor (escala CPOT cuando
estuvo intubada) y ajuste de infusiones según metas. El tamizaje de delirium por CAM-ICU se
realizó cada turno; se implementaron medidas no farmacológicas (reorientación, control de ruido
y luz nocturna, sincronización sueño-vigilia, uso de lentes/audífonos si correspondía) y se integró
a la familia como co-intervención durante ventanas de visita terapéutica. La enfermera registró
RASS y CPOT cada 24 horas, CAM-ICU por turno y consignó intervenciones específicas
utilizadas; la líder de turno auditó la concordancia meta-RASS y reportó desviaciones.

La movilización temprana siguió una progresión por fases: prevención de inmovilidad
(cambios posturales cada 2 horas, fisioterapia pasiva), sedestación y verticalización asistida
cuando los criterios hemodinámicos y ventilatorios lo permitieron, y ejercicios activos en
cama/ordeñamiento de extremidades con monitoreo de seguridad (PAM ≥65 mmHg, FiO₂ ≤0,6,
PEEP ≤10 cmH₂O, sin arritmias inestables). La enfermera coordinó con terapia física y
respiratoria, documentó fase alcanzada y motivos de diferimiento cuando aplicó; el denominador
fue “días-elegibles para movilización”. En medicamentos de alto alerta (vasopresores, insulina
IV, electrolitos concentrados, anticoagulantes), se implementó conciliación farmacológica al
ingreso, prescripción estandarizada con dosis ajustadas a función renal, rotulado de líneas por
color y sitio, doble verificación independiente antes de cada preparación/ajuste e infusión en
bombas con bibliotecas de dosis. La enfermera y una segunda verificadora documentaron el doble
chequeo en campo obligatorio del registro; la líder de turno corroboró cumplimiento como parte
de su ronda de seguridad.

El método de registro combinó la hoja de enfermería electrónica con checklists breves
integrados: cabecera, cuidado oral, ventana de sedación/SBT, estado del sitio de catéter y vigencia
de apósito, sistema cerrado urinario, metas RASS/CPOT y CAM-ICU, fase de movilización, y
doble verificación de alto alerta. Cada componente tuvo frecuencia predefinida (por turno, cada
24 horas o diaria) y responsable nominal (enfermera de cama; validador: líder de turno; co-
validador técnico: terapeuta respiratorio para elementos ventilatorios). Los indicadores de proceso
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se calcularon en tiempo real (porcentaje de adherencia) y se devolvieron al equipo en un briefing
al inicio de cada turno, con acciones correctivas simples cuando la adherencia cayó por debajo
del umbral acordado. Esta disciplina de ejecución y trazabilidad aseguró que las prioridades del
mapa de riesgo se tradujeran en conductas repetibles, medibles y auditables a lo largo de la
estancia crítica.

RESULTADOS

La evolución clínica mostró estabilización hemodinámica en las primeras 36 horas con
norepinefrina retirada al tercer día al mantener PAM ≥65 mmHg sin soporte. La ventilación
mecánica protectora (Vt 6 mL/kg de peso predicho, PEEP titulada y driving pressure <15 cmH₂O)
permitió mejorar el intercambio gaseoso de un PAFI inicial de 133 a 220 al día 2, 265 al día 3 y
>300 al día 5. Con analgesia-sedación ligera dirigida a RASS −1/0 y control de estímulos, la
paciente cumplió criterios de seguridad para iniciar pruebas de respiración espontánea (SBT)
desde el día 4; la primera SBT fue bien tolerada durante 30 minutos, pero se difirió la extubación
por secreciones abundantes, lográndose extubación efectiva al día 5 con transición a cánula nasal
de alto flujo por 24 horas y posterior O₂ por cánula convencional al día 6. La movilización
temprana progresó de cambios posturales cada 2 horas y fisioterapia pasiva (días 12), a
sedestación con asistencia (día 3), ortostatismo con andador (día 5) y marcha de pasillo corta (día
6), sin eventos de intolerancia hemodinámica. La transferencia a sala de hospitalización se efectuó
al día 9 de estancia en UCI, con estabilidad respiratoria y hemodinámica, y continuidad de
cuidados de rehabilitación.

En soporte nutricional, la nutrición enteral se inició a las 24 horas del ingreso con fórmula
polimérica isocalórica a 20 mL/h, avanzando cada 812 horas según tolerancia hasta alcanzar 25
kcal/kg/día y 1,21,5 g/kg/día de proteína al día 4. No se registraron residuales gástricos
clínicamente significativos ni vómitos; se priorizó proteólisis reducida mediante adecuación de
aporte proteico y movilización, con control glucémico dentro del rango 140180 mg/dL mediante
insulina IV protocolizada durante los primeros 3 días y transición a esquema subcutáneo al
recuperar alimentación plena. Se logró balance hídrico neutro a ligeramente negativo a partir del
día 3 mediante diuresis espontánea y ajustes de fluidos, con creatinina estabilizada en 1,21,3
mg/dL.

Los resultados de seguridad del paciente se expresan con numeradores/denominadores y
días-dispositivo. Ventilación mecánica: 0/6 episodios de neumonía asociada a ventilación (0 VAP
en 6 días-ventilador; 0 por 1 000 días-ventilador). Catéter venoso central (subclavio, 7 días): 0/7
bacteriemias relacionadas a catéter (0 CLABSI en 7 días-catéter; 0 por 1 000 días-catéter). Sonda
urinaria (7 días): 0/7 infecciones urinarias asociadas a sonda (0 CAUTI en 7 días-sonda; 0 por 1
000 días-sonda). Caídas: 0/9 en 9 días-paciente en UCI. Lesiones por presión: 0/9 en 9 días-
paciente, con puntuación Braden reevaluada por turno y cambios posturales programados. Errores
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de medicación: 0 eventos con daño; no se documentaron desviaciones de bomba fuera de rango
ni administración por vía/línea incorrecta tras la implementación de doble verificación
independiente y rotulado por color.

Además de los desenlaces “duros”, se monitorizaron indicadores de proceso que explican
la trayectoria clínica. La elevación cefálica 3045° se mantuvo en 94 % de las observaciones por
turno (denominador: 3 turnos/día × 6 días-ventilador = 18 observaciones; 17/18 cumplidas). La
higiene oral programada alcanzó 89 % de adherencia (16/18 oportunidades elegibles). Se
realizaron 4 SBT/5 días elegibles (80 %), con una SBT diferida por secreciones y criterios de
seguridad ventilatoria. La vigilancia de analgesia-sedación registró concordancia meta-RASS en
86 % de mediciones (por turno), con ajustes protocolizados del sedante; el tamizaje de delirium
con CAM-ICU se completó en 94 % de los turnos (17/18) y fue negativo una vez retirada la
sedación continua. En mantenimiento del CVC, el cambio/renovación de apósito dentro de
vigencia y la fricción alcohólica previa a cada acceso se documentaron en 100 % de las
verificaciones diarias; la revisión de indicación de sonda urinaria y catéter vascular se consignó
7/7 días, con retiro oportuno del CVC al día 7 y de la sonda al recuperar estabilidad hemodinámica
y diuresis monitorizable sin sistema cerrado. La movilización temprana alcanzó fase ≥ sedestación
al día 3 en 100 % de días elegibles y ortostatismo al día 5, con coordinación entre enfermería,
fisioterapia y terapia respiratoria.

Respecto a benchmarks prácticos, el caso se situó en 0 por 1 000 días-dispositivo para VAP,
CLABSI y CAUTI, cumpliendo la meta institucional de “cero daños” por episodio de UCI.
Considerando metas operativas comúnmente adoptadas en servicios comparables (p. ej., CLABSI
≤1 por 1 000 días-catéter, CAUTI ≤3 por 1 000 días-sonda, VAP ≤10 por 1 000 días-ventilador
como umbrales de control), la trayectoria de esta paciente se ubicó por debajo de dichos umbrales
durante todo el periodo crítico. En términos clínicos, 6 días de ventilación mecánica y extubación
al día 5 con PAFI >300, nutrición enteral plena al día 4, y movilización fase de marcha al día 6
representan tiempos competitivos frente a series locales no formalmente publicadas, donde el
destete suele superar 78 días en SDRA moderado con shock inicial. La estancia en UCI de 9 días
con traslado a sala sin eventos adversos reportables y con continuidad de rehabilitación temprana
refuerza la hipótesis de que la alta adherencia a bundles y la gestión activa de riesgos comprimen
la variabilidad y los “días-dispositivo”, reduciendo la exposición al daño.

La combinación de resultados clínicos favorables (oxigenación, destete, rehabilitación,
transferencia oportuna) y la ausencia de eventos de seguridad mediblesanclados en
denominadores explícitossugiere que el modelo de cuidado liderado por enfermería, checklist-
dirigido y retroalimentado por turno es operativo y reproducible en la práctica de UCI de una
Clínica de Especialidades en Ecuador. Estos datos, si se integran en una serie prospectiva con
gráficos de ejecución (run charts) y comparadores temporales, permitirán estimar estabilidad del
proceso y tamaño de efecto sobre indicadores críticos de seguridad y eficiencia.
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Figura 1

Trayectoria clínica (PAFI) y hitos de soporte

Serie temporal de la relación PaO₂/FiO₂ (PAFI) durante la estancia en UCI. Se sombrea el periodo con ventilación
mecánica (Día 05) y se marcan retiro de vasopresor (Día 3) y extubación (Día 5). La curva muestra recuperación
sostenida de la oxigenación, coherente con destete oportuno.

Figura 2

Adherencia a componentes del bundle

Barras en escala de grises con adherencia (%) por componente: cabecera 3045° (94), higiene oral (89), SBT en días
elegibles (80), RASS en objetivo (86), CAM-ICU por turno (94) y mantenimiento CVC (100). Resume disciplina de
proceso que explica la ausencia de VAP/CLABSI/CAUTI.

DISCUSIÓN
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La principal contribución de este caso es demostrar que la aplicación disciplinada de
bundles liderados por enfermería es factible y efectiva en un escenario latinoamericano real, con
recursos finitos y variabilidad operativa. No se trata de introducir tecnología exótica ni de duplicar
dotaciones, sino de orquestar con rigor lo que ya existe: checklists breves incrustados en la hoja
de enfermería, tarjetas de objetivos diarios visibles al pie de cama, micro-briefings por turno y
denominadores claros (días-ventilación, días-catéter, días-sonda). Bajo ese andamiaje, la paciente
atravesó un periodo crítico con soporte ventilatorio, vasopresores y múltiples dispositivos sin
registrar VAP, CLABSI, CAUTI, caídas ni lesiones por presión, y con destete ventilatorio
oportuno. El “cambio” no es una medida aislada, sino la conversión del cuidado rutinario en un
proceso confiable y repetible, donde la seguridad se mide y se gestiona en tiempo real.

Los mecanismos plausibles del beneficio son sinérgicos y trazables. Primero, la elevación
sostenida de la cabecera, la higiene oral programada y la interrupción diaria de sedación con
prueba de respiración espontánea reducen el tiempo de ventilación y, en consecuencia, la
exposición a neumonía asociada al ventilador. Segundo, el mantenimiento estandarizado del
catéterapósitos con fecha visible, fricción alcohólica en cada acceso y revisión diaria de
necesidaddisminuye la carga de manipulación inadvertida y acorta innecesarios “días-
dispositivo”, que son el verdadero combustible de las bacteriemias. Tercero, el tamizaje
sistemático de delirium (CAM-ICU por turno) combinado con metas de analgosedación ligeras
(RASS −1 a 0), control de estímulos ambientales y participación familiar, mitiga fluctuaciones
neurocognitivas que prolongan ventilación, estancia y eventos adversos. Cuarto, la movilización
temprana por fases recalibra el riesgo de inmovilidad y facilita la transición del modo
“supervivencia” al modo “recuperación”, aportando estabilidad respiratoria y hemodinámica
suficientes para liberar dispositivos antes. Quinto, la doble verificación de fármacos de alto alerta
y el rotulado inequívoco de líneas reducen errores de dosificación e infusión que suelen ser
invisibles hasta que se traducen en arritmias, disglucemias o hipotensiones inesperadas. En
conjunto, estos engranajes elevan la adherencia a estándares y comprimen la variabilidad diaria,
que es la antesala del daño.

En términos operativos, los facilitadores clave fueron tres. La visibilidad de las metasla
tarjeta de objetivos diarios con “quitar si no agrega valor”alineó a todos en qué debía ocurrir
ese día, sin discusiones estériles. La validación por la líder de turno actuó como control de calidad
in situ, con feedback inmediato que corrige la deriva antes de que cuente como fallo. La métrica
de procesoporcentajes de adherencia con denominador explícitoconvirtió opiniones en datos,
y los datos en decisiones. Estos elementos pesan más que cualquier protocolo de 40 páginas que
nadie lee a las 03:00.

Las barreras no fueron teóricas sino concretas. La disponibilidad intermitente de insumos
(p. ej., apósitos de elección) obligó a definir equivalentes aceptables y a crear “kits únicos” para
curación de catéter, disminuyendo el tiempo de búsqueda y la variabilidad. La rotación de
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personal y la fatiga documental amenazaron la consistencia del registro; se contrarrestaron con
checklists de una sola cara, campos obligatorios en el sistema y entrenamiento “micro-dosis”
durante el pase de turno, más efectivo que sesiones largas y esporádicas. Persistió la inercia hacia
sedación profunda en momentos de inestabilidad; la solución fue anclar metas RASS a criterios
de seguridad dinámicos, de modo que el equipo percibiera la reducción de sedación como una
consecuencia del estado del paciente y no como un dogma rígido. La participación familiar debió
ajustarse a ventanas terapéuticas, para evitar colisiones con procedimientos y mantener el foco en
la reorientación efectiva.

Este caso también ofrece lecciones sobre transferibilidad. Muchas UCIs en Ecuador
comparten las mismas limitaciones; por ende, el modelo propuesto prioriza medidas de alto
impacto y bajo costo, con responsabilidades nominales y auditoría simple. La clave no es “tener
más”, sino “hacerlo igual cada vez”. La replicación razonable exige definir umbrales mínimos de
adherencia por componente (p. ej., ≥90 % cabecera 3045°, ≥85 % higiene oral, ≥80 % CAM-
ICU por turno) y sostenerlos con tableros visibles a nivel de unidad. El enfoque incremental
ciclos PDSA (Plan-Do-Study-Act) por paquetepermite refinar sin paralizar. Además,
incorporar medidas de balance (carga de trabajo percibida, tiempos de preparación) evita que la
mejora en seguridad se compre a costa de burnout o de nuevos cuellos de botella.

Las limitaciones son explícitas. Se trata de n=1, con la consabida imposibilidad de atribuir
causalidad y riesgo de efecto Hawthorne: el solo hecho de medir puede mejorar la conducta.
Algunos datos clínicos o de adherencia pueden haber sufrido omisiones puntuales, a pesar del
diseño de registro obligatorio. No se incluyó comparación formal con series históricas de la
unidad ni análisis de costos directos; ambos aspectos son relevantes para consolidar la adopción.
El contexto institucionalmezcla de competencias del equipo, cultura de seguridad previa
puede no ser calcado a otros hospitales, lo que condiciona la generalización. La microbiología
negativa o tardía, frecuente en neumonías graves tratadas precozmente, limita la precisión
etiológica; aun así, el argumento central del paquete no depende del patógeno, sino de la disciplina
de proceso.

Aun con esas reservas, el valor práctico es claro: un bundle liderado por enfermería,
checklist-dirigido, medido por turno y retroalimentado al equipo es viable y útil en nuestro medio.
El siguiente paso racional es pasar de caso índice a serie prospectiva con tableros de control (run
charts) para VAP, CLABSI y CAUTI por 1 000 días-dispositivo, tiempo a SBT y días de
ventilación, incorporando medidas de balance y de experiencia del equipo. Esa trayectoria
permitiría estimar tamaño de efecto, estabilidad de la mejora y costo de oportunidad, que es lo
que finalmente persuade a servicios completos y autoridades institucionales. Aquí la conclusión
operativa es sencilla: cuando la seguridad se vuelve rutina medible, los eventos adversos dejan de
ser “sorpresas inevitables” y pasan a ser excepciones que el sistema sabe prevenir.
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CONCLUSIONES

Las conclusiones operativas de este caso apuntan a que la seguridad en UCI no depende de
“más tecnología”, sino de convertir lo esencial en rutina medible. Un paquete liderado por
enfermería, checklist-dirigido y con retroalimentación por turno, permitió reducir días-dispositivo
y evitar eventos trazables. Para aterrizarlo en conducta clínica concreta, los no negociables del
lunes 8:00 son: 1) Tarjeta de objetivos diarios visible y revisada en pase (metas ventilatorias,
hemodinámicas, nutrición, RASS objetivo, fase de movilización, y “retirar dispositivos si no
agregan valor”); 2) Bundle VAP ejecutado completo: cabecera 3045°, higiene oral programada,
ventana diaria de sedación y prueba de respiración espontánea con criterios de seguridad,
aspiración en circuito cerrado y verificación de cuff; 3) Bundles de catéter y sonda activos:
curación estandarizada con fecha visible, fricción alcohólica en cada acceso, sistema urinario
cerrado, y revisión diaria de indicación con retiro precoz; 4) Analgosedación ligera y delirium
bajo control: RASS en rango acordado, CPOT para dolor, CAM-ICU por turno, higiene del sueño
y reorientación, involucrando a la familia como co-intervención; 5) Medicamentos de alto alerta
blindados: conciliación, bombas con librería, líneas rotuladas y doble verificación independiente
documentada antes de cada ajuste. Estos cinco puntos no son “buenas ideas”: son el estándar
mínimo que sostiene el resto.

El liderazgo de enfermería es el motor de esta confiabilidad. La enfermera de cama
administra el quién-qué-cuándo-cómo al pie de la cama; la líder de turno opera como control de
calidad in situ; el equipo respiratorio y médico diseñan metas, pero la ejecución y la detección
temprana de deriva recaen en enfermería. La medición diaria convierte principios en desempeño:
adherencia por componente con denominadores explícitos (días-ventilador, días-catéter, días-
sonda; observaciones por turno para RASS, CAM-ICU y cabecera) y tableros simples que
muestran tendencia, no solo puntos. Cuando el dato está disponible en el pase, las decisiones dejan
de ser opinables: se corrige en el mismo turno y se evita que un desvío se convierta en evento.

Para escalar y sostener el modelo, la propuesta es pragmática. Formación en “micro-dosis”
de 1015 minutos por turno (demostración de curación de CVC, ventana de sedación/SBT segura,
CAM-ICU bien aplicado); kits únicos para procedimientos de alto riesgo que reduzcan
variabilidad y tiempos muertos; y auditoría ligera con ciclos PDSA semanales centrados en un
componente por vez (ej., higiene oral esta semana, revisión de indicación de dispositivos la
próxima). Un tablero visible en la unidad con tres KPIs de proceso (≥90 % cabecera, ≥85 % CAM-
ICU por turno, ≥80 % ventanas de sedación/SBT en días elegibles) y tres KPIs de resultado
(VAP/CLABSI/CAUTI por 1 000 días-dispositivo) guía la gobernanza clínica. Cuando un KPI
cae bajo umbral, se activa un brief de causa-raíz en 5 minutos con una contramedida concreta,
asignando responsable y fecha. La integración al registro electrónico con campos obligatorios
para doble verificación y estado de apósito asegura trazabilidad; la rotación de personal se
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amortigua con inducción estandarizada y pareo de nuevas incorporaciones con “campeones” de
seguridad por dos turnos. Finalmente, cierre del bucle de feedback: compartir semanalmente
resultados y reconocer públicamente a los equipos/turnos con mayor adherencia consolida cultura
y retiene prácticas. Así, lo que empezó como un caso índice se transforma en sistema: predecible,
replicable y capaz de sostener “cero daños” como un objetivo operativo, no como un eslogan.
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