Vol. 11/ Núm. 1 2024 pág. 458
INTRODUCCIÓN
Para el inicio de la presente investigación, se debe entender que, el principio de legalidad,
es un concepto primordial en el derecho administrativo, y en toda su extensión dentro de cualquier
ordenamiento jurídico. Este principio en esencia promete que, todas las acciones y decisiones de
los órganos que se encuentran dentro del Estado, incluidos los poderes ejecutivo, legislativo y
judicial, incluyendo aquellos países que adhieren las funciones de Transparencia y Control Social,
y Función Electoral (Ecuador) (Constitución de la República del Ecuador, 2008), deben estar
basadas en normas jurídicas previamente establecidas.
El jurista español (García de Enterría, 2007), señala que, el principio de legalidad es un
principio fundamental del Derecho Administrativo que, establece que todas las actuaciones de la
administración pública deben estar basadas en normas jurídicas preexistentes. Este principio
garantiza que las autoridades no puedan actuar sin un fundamento legal y que cualquier actuación
administrativa debe ser conforme a la ley. Sin duda alguna, es pertinente también señalar el
pensamiento doctrinario del Jurista (Kelsen, 1945), que la legalidad sostiene el Estado de Derecho
y asegura que el ejercicio del poder se ajuste a un marco normativo. A pesar que ambas
definiciones poseen una diferencia de años a partir de su exposición, se puede apreciar que es
primordial que la actuación administrativa sea conforme a ley o al ordenamiento jurídico. Pero,
cuando nos referimos a regímenes, se expande una brecha de análisis sobre dos vertientes: Sistema
Anglosajón y Régimen Administrativo, y es que ambos regímenes poseen fortaleces y debilidades
en cuanto a la protección de los derechos.
Cuando se el principio de legalidad, también debemos hablar de la razonabilidad, cuyo
principio exige que los actos administrativos sean justos, adecuados y proporcionales en relación
con los fines que se persiguen. (González, 2018). Y es que, la razonabilidad, implica que las
decisiones tomadas por las autoridades deben ser apropiadas, equilibradas y justificadas. Para
(Rodríguez, J. A, 2015), la razonabilidad en las decisiones administrativas implica que estas sean
apropiadas y justificadas, basadas en criterios objetivos y encaminadas al bien común. Es decir,
garantizar que las decisiones administrativas sean razonables y no arbitrarias, promoviendo el
bien común.
Pero, ¿De dónde surge el principio legalidad? (Aristóteles , 2004), el principio de legalidad
tiene sus raíces en las ideas de los filósofos griegos (Aristóteles), quien abordó el concepto de
justicia y la necesidad de normas establecidas para el gobierno justo en su obra Política.
Aristóteles argumentó que un gobierno justo debe basarse en leyes estables y conocidas, evitando
decisiones arbitrarias. Por otra parte, (Kaser, 1996), señala que, en el Derecho Romano, el
concepto de "nullum crimen, nulla poena sine lege" (no hay crimen ni pena sin ley) refleja una
forma temprana del principio de legalidad. Este principio, conocido como el "principio de la
legalidad de los delitos y penas", estableció que las acciones solo podrían ser castigadas si estaban