Vol. 11/ Núm. 1 2024 pág. 620
El envío de mensajes, un proceso no tan sencillo como se cree, debe estar mediado por el
entendimiento de los contextos, las formas, las maneras y las costumbres de los públicos
objetivos. Uno de los errores más frecuentes es conformar estructuras comunicativas sin el mayor
conocimiento de los públicos.
La comunicación de la ciencia, por lo menos para los autores que se utilizan en este
artículo, se entiende como un proceso institucional. Hay un interés intrínseco en los mensajes para
llevar lo que un proyecto, iniciativa, empresa y demás a diferentes públicos: niños, adolescentes,
tomadores de decisión, compradores, entre otros. Esa relación con la audiencia es esencial, si no
se sabe a quién se le enviará los mensajes, el proceso comunicativo nace roto. Aunque el público,
por lo menos en los procesos comunicativos, es pasivo, desde este punto se empieza a comprender
la importancia del mismo para lograr los objetivos propuestos.
Acercar al gran público de forma clara y comprensible los conocimientos y avances
científicos, así como sus implicaciones en nuestro hábitat y nuestra vida diaria, no es tarea
fácil. Es una responsabilidad compartida entre periodistas, medios de comunicación,
científicos y gobiernos. Pero en la mayoría de los casos son los periodistas científicos,
los últimos de la cadena de transmisión, los encargados de reelaborar en clave periodística
significados científicos, muchos de ellos con alto grado de complejidad y abstracción
conceptual y metodológica. (Comunicar, 2018, p. 10)
Lograr el entendimiento de los conceptos y resultados científicos es un trabajo
mancomunado, en el que diferentes estamentos deben trabajar de manera conjunta, de lo
contrario, la comunicación no tendrá los resultados esperados.
El periodismo de la ciencia, los watchdogs del saber
“La educación en ciencia y la comunicación y popularización de la ciencia –que incluyen
la divulgación y el periodismo científico son consideradas como prerrequisitos para la democracia
y para asegurar el desarrollo sostenible” (Ferrer, s.f., p. 194). Uno de los bastiones de la
democracia es el periodismo, ese proceso en el que, a través de las preguntas, la investigación y
la búsqueda de la verdad (o verdades) se pone a consideración del público hechos que tienen
impacto directo en sus vidas.
El ejercicio del periodismo científico, como se dijo anteriormente, es un proceso de
resignificación, “de transcodificar lenguajes técnicos a lenguajes comunes sin perder la
rigurosidad”. (Urrego, C y Bustos, J. 2021, p. 83). La gran diferencia entre la comunicación, la
divulgación y el periodismo está marcado por la misión de cada una. En este caso, el periodismo
de ciencia se centra en el interés del público, de la audiencia, mientras que en los dos anteriores
está el de las instituciones o del científico en sí.
La ciencia, como cualquier actividad humana, está envuelta en mentiras, corrupción,
falsedades, manejos negativos, malas decisiones y, también, en resultados positivos, constructivos
e hitos. El propósito del periodismo de ciencia es vigilar, ser el watchdog, de lo que ocurre con