Vol. 11/ Núm. 2 2024 pág. 727
INTRODUCCIÓN
La pandemia originada por el COVID-19, afectó de manera extrema a la población sobre todo a
los adultos mayores del mundo, evidenciando las tasas de mortalidad más altas en personas con
comorbilidades y con deterioro funcional, por consiguiente, siendo un grupo vulnerable, requieren
cambios y asistencia a sus necesidades para mejorar su estilo de vida.
Al respecto, es importante tomar en cuenta las características de salud físicas y mentales que
desarrollaron los adultos mayores con el paso de los años, las mismas que tomaron relevancia en la
forma de subsistir con su entorno y la manera en que sus cuerpos respondieron a los cambios fisiológicos
que experimentaron a medida que fueron perdiendo ciertas funciones, como por ejemplo, el
debilitamiento en sus defensas, que los convirtió en seres susceptibles a adquirir enfermedades
infecciosas de fácil transmisión como el COVID-19, así como sufrir las consecuencias y estragos que la
pandemia originada por éste virus ocasionó, tanto a nivel emocional, mental y funcional (1).
La calidad de vida es un resultado de salud multidimensional influida por factores económicos y
sociales, la satisfacción con la vida, la gravedad y el estadio de una enfermedad. Esta definición ha
estado muy relacionada con el desarrollo de la enfermedad por COVID-19, pues ha manifestado grandes
cambios en el estilo de vida de las personas durante su transcurso, últimamente es un término muy
utilizado para describir el estado de salud actual de los sobrevivientes a la infección por SARS-CoV-2,
lo que refleja las consecuencias de un abrumador camino que han recorrido y que a pesar de haberse
librado de las etapas más graves de la infección aguda, las secuelas que se han quedado, aún son un
problema con el que se debe de lidiar para restablecer el bienestar de los afectados y recuperar la calidad
de vida previó a COVID-19 (3).
De esta forma, analizamos un estudio en donde se ha valorado la calidad de vida de los pacientes
egresados del hospital por COVID-19 por medio de la escala EQ-5D, que evalúa la movilidad, el cuidado
personal, las AVD, el dolor y las manifestaciones psiquiátricas, específicamente depresión y ansiedad.
En esta valoración se reflejó una disminución importante en el 68.8% de los pacientes que estuvieron
en la UCI y del 45.6% en pacientes en hospitalización regular. La mayoría delos pacientes en cuestión
refirieron empeoramiento de la movilidad, lo que puede estar relacionado con otras manifestaciones,
como la fatiga crónica. También el 37.5% de los pacientes dados de alta después de la UCI refirieron la
aparición o empeoramiento de afecciones como la ansiedad, depresión o ambas, lo que relaciona estos
resultados con manifestaciones neuropsiquiatrías de la enfermedad (4).
Por otra parte, Huang y col (5) 2022 en un reciente estudio en el cual mencionan que los síntomas
ocasionados por TEPT causados por la infección por SARS-COV 2 podrían desencadenar o empeorar
trastornos físicos o de salud mental preexistentes, lo que conduciría a una mayor disminución de la
calidad de vida.
Se enfatiza que el COVID-19 afecta la salud del paciente a largo plazo, cuyo conocimiento puede
ayudar a los médicos a identificar a aquellos que pueden estar en riesgo de una calidad de vida